La biodiversidad no diferencia fronteras. Los 2.219 kilómetros que dividen a Colombia y Venezuela están unidos y entrelazados por extensas llanuras, antiguas formaciones rocosas, frondosos bosques selváticos y centenares de ríos que serpentean de país a país. Uno de ellos conforma la cuenca hidrográfica del Orinoco, de 989.000 kilómetros cuadrados solo de tierras colombo-venezolanas.
Tepuyes o archipiélagos de roca cubiertos de verde y cordilleras y llanuras predominan en la tercera cuenca más grande de Sudamérica, una de las más ricas en aves como loros, guacamayas, colibríes, tucanes y garzas, y habitada por mamíferos como la danta y el mono aullador. Sus venas están representadas por más de 700 ríos, donde permanecen camuflados delfines, manatíes, anacondas y cocodrilos. Su cuerpo de agua emblemático es el Orinoco, el río más caudaloso del mundo, donde hay identificadas cerca de 300 especies de peces.
Un cordón umbilical de roca milenaria, el Escudo Guayanés, conecta a ambas naciones. Es una de las formaciones geológicas más antiguas del planeta, que también abarca parte de Guyana, Surinam, Guayana Francesa y Brasil. En este escudo abundan tepuyes repletos por flora y fauna aún desconocida para la ciencia, y son sitios de adoración de los pueblos indígenas de estos países.
Colombia y Venezuela hacen parte de la cuenca más grande del mundo: la del río Amazonas. | © JHON BARROS
Otra conexión binacional está hacia el sur. Colombia y Venezuela hacen parte de los ocho países de la cuenca más grande del mundo: Amazonas, una extensa mancha de bosque selvático superior a los 6,1 millones de kilómetros cuadrados catalogada como el principal núcleo de diversidad planetario, y el cual cumple funciones similares a la de los pulmones y riñones: sus árboles dan aire, purifican y generan agua.
Uno de los grandes conocedores de esas estrechas relaciones ecosistémicas es Carlos Lasso Alcalá, uno de los biólogos más respetados del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, el principal semillero científico sobre la biodiversidad en Colombia. Desde hace 10 años hace parte de la entidad y trabaja como líder en investigaciones sobre recursos hidrobiológicos, pesqueros y fauna silvestre.
Sin embargo, su historia profesional inició en el país vecino, en donde vivió aproximadamente dos décadas. Nació en Madrid (España), pero tiene un corazón que bombea sangre del norte de Sudamérica. Llegó a Venezuela a los 14 años y vivió en Caracas durante 12 años ininterrumpidos. Cuando culminó sus estudios de biología en la Universidad Central, partió de regreso al continente europeo a estudiar un doctorado a la España, país que le heredó un marcado acento.
“Luego del doctorado me fui dos años a la Guinea Ecuatorial en África, a seguir expandiendo el conocimiento. Volví a Venezuela a finales de 1996 y un año después recibí la nacionalidad. Durante 13 años realicé muchas expediciones científicas para estudiar la biodiversidad a lugares remotos, tanto venezolanos como colombianos. Conformé el Museo de Historia Natural La Salle, patrimonio del país vecino, y he formado a varios estudiantes”, dice Lasso, quien siente una pasión desbordada por los peces.
Carlos Lasso es experto en biodiversidad neotropical y africana | © JUAN CARLOS SIERRA / SEMANA
Salida a tiempo
En Venezuela, Lasso fue feliz. Adquirió un conocimiento biodiverso envidiable y conformó su familia: esposa e hija. La Fundación La Salle de Ciencias Naturales fue su principal nicho de conocimiento, donde tenía un laboratorio con 10 personas a su cargo, ocho de las cuales eran colombianas. “Eran estudiantes que llegaron a Venezuela a formarse. Luego regresaron a Colombia a desarrollar todo su talento”.
Pero en 2009, su intuición y un acontecimiento desafortunado, lo llevaron a abandonar el territorio. “Las exploraciones en la región limítrofe de la Orinoquia de ambos países, me permitieron conocer científicos de entidades como la WWF, el Instituto Humboldt y la fundación Omacha. En 2009, Eugenia Ponce de León, entonces directora del Humboldt, me había propuesto en dos oportunidades que me fuera a trabajar a Colombia. Pero aún no estaba convencido”.
La tercera fue la vencida. Luego de presenciar cómo dos adolescentes peleaban entre sí con armas en una de las calles del Caracas y uno de ellos cayó sobre el vidrio panorámico de su carro. Al llegar a su casa, recibió una llamada de Ponce de León, quien le ofrecía de nuevo ser parte del Humboldt. El biólogo no lo pensó más y respondió que sí. “Fue una situación personal. Además, ya pronosticaba lo que Venezuela iba a vivir. Me considero un exiliado político, económico y más que todo por temas de seguridad. En esa época, la violencia empezó a tornarse desastrosa”. Lasso recuerda que hace 10 años, la crisis en Venezuela estaba empezando a coger color.
Ya han pasado 10 años desde que el Humboldt lo acogió en su semillero de científicos, tiempo en el que Lasso ha hecho de todo. Conoce detalladamente el área limítrofe de la Orinoquia y Amazonia colombo-venezolana, ha estado más en exploraciones en campo tomando muestras de biodiversidad que en la capital y ya es catalogado como el mayor experto en especies de peces en Colombia. En uno de los estudios en el río Bita, ubicado en Vichada, fue el primero en descubrir las esponjas de agua dulce.
Inyección de biodiversidad
El biólogo llegó a Colombia a mediados de 2009. Su primera función en el Humboldt fue reorganizar el programa de biología, conservación y uso de la biodiversidad. “En esa época el Instituto atravesaba una etapa crítica de reorganización y reconstrucción. Eso me permitió aplicar lo aprendido en Venezuela y empezar a trabajar con empresas privadas para hacer investigaciones de biodiversidad. La primera alianza fue con Ecopetrol. Dimos inicio a la construcción de una plataforma de trabajo conjunto para sentar a los diferentes sectores académicos, ONG, ambientalistas y la sociedad civil, trabajo que hoy seguimos bajo la batuta de Brigitte Baptiste, Directora del Humboldt”.
Ha publicado más de 150 artículos científicos sobre biodiversidad neotropical y africana, fue coordinador del programa de biología, conservación y uso de biodiversidad en el Humboldt y hoy edita dos series científicas de fauna silvestre y recursos hidrobiológicos. “En mayo de este año publicaremos un estudio sobre la biodiversidad del área fronteriza de Colombia y Venezuela”, dijo el experto.
Ya suma más de 30 libros sobre temáticas tan variadas como su corazón trinacional: biodiversidad de la Guyana venezolana; ecosistemas acuáticos del Alto Río Cuyuní; diagnóstico de pesquerías en las cuencas colombianas del Magdalena-Cauca, Sinú, Canalete, Atrato, Orinoco, Amazonas y vertiente Del Pacífico; peces del Delta del Orinoco; plan de conservación de tiburones, rayas y quimeras; humedales de la Orinoquia; tortugas continentales; libro rojo de cangrejos dulceacuícolas y reptiles; grandes vertebrados en áreas no protegidas de Colombia, Venezuela y Brasil; la biodiversidad del río Bita en Vichada; fauna de Caño Cristales; y la fauna silvestre del Escudo Guayanés.
Carlos Lasso es uno de los investigadores que más ha investigado las especies del área limítrofe de la Orinoquia y Amazonia colombo-venezolana. | © ANDRÉS ROMERO
Biodiversidad sin fronteras
La vasta experiencia de Lasso le permite concluir que el panorama ambiental en Venezuela es mucho más crítico que en Colombia. “Eso ya es mucho decir. En Venezuela hay una caja negra, conformada por deforestación, el arco minero donde sacan oro, bauxita, coltán y diamantes, fuerzas irregulares y gente que vigila las minas con implicaciones del Estado. Es una caja negra que casi nadie conoce, solo lo que denuncian a veces por las redes sociales. Desde hace tres años, la situación está mucho más crítica”.
Por estar conectados, los impactos ambientales negativos repercuten en ambos países. “La biodiversidad no tiene frontera, hay peces migradores y fauna que se mueven de un lado para otro, sin importar si es terreno colombiano o venezolano. Compartimos la Orinoquia. Lo que pase en Venezuela afecta a los ecosistemas colombianos, y visceversa”.
Lasso asegura que desde los últimos 11 años, Venezuela ha venido en una caída abismal en materia ambiental. Advierte que el último lustro ha sido el más crítico, tiempo en el cual el país ha tenido un retroceso ambiental de 20 años. “Ante esto, desde el Humboldt hemos formado grupos de trabajo binacionales y organizamos talleres para expertos y científicos de ambos países. Tratamos de traer ese talento humano de Venezuela, para darles oxígeno y energía y que se sientan motivación. Muchos de los profesionales colombianos fueron formados en Venezuela. Somos hermanos de biodiversidad y tenemos una estrecha relación histórica y política”.
Más que separar, la frontera entre Colombia y Venezuela es una muestra de biodiversidad que une a los dos países. | © JHON BARROS
Por amor a la ciencia
Aunque apenas tiene 32 años, María Eugenia Rinaudo Mannucci es una de las joyas científicas que más cuida el Humboldt. Desde 2015 trabaja como investigadora en cambio climático y biodiversidad en el Instituto, trabajo que le permite mezclar varias pasiones: tratar de mitigar el calentamiento global, estudiar las especies de flora y fauna y conocer las relaciones sociales.
Nació en Barquisimeto, capital del estado de Lara, conocida como la ciudad musical de Venezuela. Allí estudió como carrera análisis ambiental. Al igual que su colega Lasso, María Eugenia es una mezcla de nacionalidades: sus abuelos eran italianos, emigraron a Venezuela en los años 50, tuvieron sus hijos y conformaron su familia.
En 2015, la crisis venezolana fue tan solo un detonante para que decidiera radicarse en Colombia para buscar mejores oportunidades. “Siempre soñé con continuar mis estudios y profundizar en otras áreas, pero en Colombia. Ese año me salió la oportunidad de hacer mi posgrado en gestión ambiental en Bogotá. Así que cambié de vida y abandoné Venezuela. Al poco tiempo me contrataron en el Humboldt, lo que ahora me permite adelantar una maestría sobre sistemas de vida sostenible en la Universidad Externado”.
A sus 32 años, esta venezolana es una de las investigadoras más destacadas del Instituto Humboldt. | © JUAN CARLOS SIERRA / SEMANA
Nunca olvida
En el Humboldt ha ampliado sus conocimientos y experiencia en un contexto mucho más local y comunitario. Pero María Eugenia no solo le aporta nuevo conocimiento a la ciencia colombiana, ya que no olvida a su patria natal. “Hago parte de diferentes redes y grupos de trabajo venezolanos. Los apoyo desde la distancia y les suministro información para que adelanten sus proyectos. Pero la situación allá es tan crítica que pocos tienen conexiones o servicios de telecomunicaciones. Es bastante frustrante no poder entablar lazos”.
Aunque el panorama actual no es el mejor, Rinaudo sigue positiva y llena de fe. “No pierdo la esperanza de que Venezuela salga de esa crisis tan oscura que está viviendo para así entablar relaciones más directas desde Colombia, en especial sobre cambio climático. Hay muchos puntos de encuentro en Latinoamérica donde ambos países podrían trabajar en conjunto para proponer medidas de adaptación y mitigación, sin importar los enfoques políticos tan diferentes”.
Para María Eugenia, Colombia le lleva años de delantera a Venezuela en materia de cambio climático. “Acá tratan de mitigar y fomentar líneas de adaptación, que quizás no son las mejores, pero son intentos valiosos. Eso no pasa en Venezuela. Ni siquiera sabemos cuántos Gases Efecto Invernadero emite mi país a la atmósfera”.
Cuando Venezuela salga de la oscuridad, esta experta del Humboldt será una las primeras en trabajar para evaluar el estado ambiental y proponer proyectos y propuestas en beneficio de su terruño. “Tendremos que adelantar muchos análisis sobre la situación ambiental, en especial desde el punto de vista vista climático”.
María Eugenia es realista sobre la hecatombe ambiental venezolana. “La situación está al borde del colapso, al igual que el tema de derechos humanos. La conservación ambiental y la seguridad van ligados. Que una ciudad pase más de 20 días sin agua y luz, desata una falta de saneamiento y una situación que perjudica la calidad de vida. A esto hay que sumarle la deforestación, la contaminación de los océanos y los efectos del cambio climático”.
Mientras tanto, además de sus investigaciones científicas, María Eugenia aporta conocimientos a través de los medios digitales. Cuenta con varios blogs en el ciberespacio, donde publica artículos que escribe junto a su gatita colombiana Laia, que la acompaña en las noches frías bogotanas.
La Universidad Johns Hopkins y la Corporación Red Somos, con el apoyo del Ministerio de Salud de Colombia y Onusida, abordó la situación de salud de la población venezolana migrante en el país.