Miles de migrantes venezolanos permanecen a la intemperie y en condiciones de vulnerabilidad en todos los países centroamericanos | Por: REUTERS
Durante la última semana, casi todos los países del área tomaron medidas importantes para tratar de contener la migración irregular; en la práctica miles de personas venezolanas sufren vulneraciones graves a sus derechos.
Luego de que el Gobierno de Estados Unidos decidiera que no abrirá las puertas a los migrantes venezolanos que viajaron por todo Centroamérica desde la selva del Darién hacia la frontera de México con ese país, miles de ellos tomaron la decisión de regresar para buscar nuevos horizontes.
Sin embargo, se estrellaron contra el muro de las decisiones de cada nación de un sub continente plagado de economías frágiles, con muchos problemas internos y que no tienen la capacidad para atender una emergencia humanitaria como la que comenzaron a enfrentar. Por eso, tomaron decisiones drásticas.
MÉXICO
En sólo el mes de septiembre, ese país registró el pasó de 33 mil personas venezolanas con intención de ir a Estados Unidos, por lo que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador reconoció que el cupo de 24 mil personas es muy corto.
Miles de migrantes venezolanos que saben que no serán admitidos en Estados Unidos se quedan por ahora en las calles de las ciudades norteñas de México y ya hay algunos llegando al Distrito Federal. A pesar de recibir asistencia humanitaria, muchos se quedan rondando en las terminales de buses a donde ya llegaron quienes fueron devueltos desde Estados Unidos.
Por ahora, la opción más viable es que la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) les ayude a tramitar esa condición ante el Gobierno, pero hay represadas cerca de 9 mil solicitudes; la otra opción es una visa por razones humanitarias a la que se debe aplicar con una certificación bancaria que confirme que tiene 2.500 dólares, toda una fortuna para cualquier migrante.
Con ese panorama, la alternativa es viajar hacia el sur, pero en los demás países las cosas pintan igual de mal o peor.
GUATEMALA
En San Pedro Tapanepec, a escasos 300 kilómetros de la frontera con México hay un campamento con 12 mil migrantes esperando que les autoricen el cruce hacia ese país; precisamente allí están empezando a llegar también aquellos que desistieron de seguir su viaje al país azteca.
Cuando hacían el periplo hacia Estados Unidos, trasegaron por tierra y ríos y en su momento denunciaron que los asaltaron y que tuvieron que pagar sobornos a efectivos guatemaltecos para seguir su camino; los que quieren seguir cruzando Centroamérica hacia el sur, probablemente tendrán que enfrentarse al mismo drama.
Constantemente las autoridades realizan constantes operativos para hallar a los migrantes irregulares, y, de hecho, entre el 1 y el 16 de octubre, según las cifras del Instituto Guatemalteco de Migración, se ordenó la expulsión de cerca de 2.300 de ellos.
Aunque ese país pide visa a los venezolanos, la exigencia no ha disminuido ni la cantidad de personas que viaja hacia Estados Unidos ni la cantidad que viene en sentido contrario desde México hacia Panamá. En lo que va del año, las autoridades han detectado 12,470 migrantes venezolanos irregulares.
HONDURAS
La frontera norte de ese país, aquella que limita con Guatemala, está que arde. El gobierno incrementó el pie de fuerza militar en la zona para contener tanto a los migrantes venezolanos que quieren ingresar provenientes del vecino país y der México, como a aquellos que quieren seguir su viaje pese a los anuncios de Estados Unidos de que no los admitirá.
El país vive una crisis migratoria sin precedentes, pues 124 mil personas, entre ellos 44 mil venezolanas llegaron de forma irregular a un territorio que no dio abasto para atenderlos.
A pesar de la urgencia con la que el Comisionado Nacional de Derechos Humanos pidió que se les garantizaran condiciones dignas de viaje a las personas venezolanas, la migración en ambos sentidos, desde y hacia Guatemala, desbordó cualquier cálculo y capacidad de atención.
Recientemente, el cardenal de la iglesia católica en ese país, Óscar Rodríguez, criticó duramente el trato que reciben los migrantes, a raíz de un episodio en el cual murieron 4 de ellos y otros 16 resultaron heridos cuando los transportaban ilegalmente en un camión que se accidentó.
COSTA RICA
Es el único país centroamericano que ha demostrado empatía con los migrantes venezolanos e hizo pública su decisión de permitirles el libre tránsito, y ofrecerles atención médica, alimentos y albergue mientras adelantan su viaje.
El gobierno del presidente Rodrigo Chaves ofreció un paso rápido y ordenado por su país, pero recibió fuertes críticas porque, según muchos observadores, está trasladando el problema de la migración a los países vecinos.
Para completar, la nación, que recibe cerca de 3700 personas venezolanas a la semana, está a punto de entrar en una temporada invernal sin precedentes y se encontró con la decisión de que Panamá, el país vecino hacia el sur, está exigiendo visa de entrada a las personas venezolanas que quieran entrar en su territorio.
Como están las cosas, cientos de miles de migrantes quedarán varados en Centroamérica en las próximas semanas; muchos de ellos procurarán quedarse en el país que los acoja de manera regular o irregular, pero la mayoría intentará continuar su viaje al sur, es decir hacia la temida selva del Darién.
Una gran parte de ellos, que ya la cruzó de ida e incluso alcanzó a llegar hasta México, está dispuesta a cruzarla de regreso a pesar de los múltiples peligros, porque es la única forma de entrar a Colombia, el país que les ofrece la posibilidad real de regularizarse.
“Las historias que hemos escuchado de parte de quienes cruzaron el Tapón del Darién son testimonio de los horrores que este viaje involucra”, dijo Giuseppe Loprete, Jefe de Misión de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Panamá.