Hugo Rafael Méndez bautizó a su álter ego con el nombre Denébola: la segunda estrella más brillante en la constelación de Leo. | Por: ARCHIVO PERSONAL
“Yo vine para casarme con mi novio y dedicarme al drag”: Hugo Rafael Méndez.
Una mujer rubia, fuerte y decidida, de tacones altos y vestidos coloridos fue la que logró que Hugo Rafael Méndez se sintiera totalmente cómodo consigo mismo. Se llama Denébola y es el álter ego que Hugo creó para presentarse en las noches venezolanas.
En esos espacios Hugo Rafael se transformó. Tras bambalinas se maquillaba y vestía hasta dar forma a Denébola, la mujer que era más que una simple personificación, la mujer que lo liberó. “Comencé a hacer drag a los 26 años en Caracas, donde siempre viví. Al principio fue muy difícil porque los venezolanos aún te discriminan mucho por tu orientación sexual o por tu identidad de género. Además, el país está atrasado en materia de derechos para esta población”, comentó.
Con el paso del tiempo el espectáculo de Denébola cogió fuerza y muchas personas la reconocían. A su éxito profesional se sumó la estabilidad emocional, cuando Hugo conoció en el metro de Caracas a Juan Fernando Restrepo Hernández, un colombiano que llegó a Venezuela con su familia en los años setenta escapando del conflicto armado. Hugo y Juan Fernando se enamoraron y este año celebran una década juntos. Desde hace varios años quieren casarse, pero en Venezuela está prohibido el matrimonio de parejas del mismo sexo.
A mediados de los años ochenta en Nueva York (Estados Unidos) tomó fuerza el ballroom dancing, un encuentro en el que los hombres se disfrazaban de mujeres y bailaban, cantaban o desfilaban por premios. Alrededor de esas actividades clandestinas que parecías simples, personas LGBTI, especialmente afroamericanos y latinos pobres, encontraron la forma para expresarse y hacer parte de una comunidad. Con el paso del tiempo surgieron las drags queens. Hoy en día, son hombres que se visten de mujeres extravagantes y que incluso construyen un álter ego.
Esa situación, sumada a la crisis que atraviesa el vecino país, los motivó a cruzar la frontera en distintos momentos para buscar la forma de cumplir su sueño en Medellín. Juan Fernando fue el primero en salir, pues volvió con su familia a Colombia hace tres años. Dos años después, Hugo cruzó la frontera. “Yo decidí emigrar por la situación económica, pero también porque deseo que nos casemos aquí. Partí solo con lo necesario, mucha de la ropa de Denébola se quedó en Caracas”.
Luego de la unión matrimonial, Hugo planea solicitar su nacionalidad colombiana y establecerse definitivamente en el país, aunque está preocupado por los trámites que eso implica. Para Franco Aguilar de la Corporación Red Somos, la preocupación de Hugo tiene fundamento, porque algunas parejas del mismo sexo en Colombia “no pueden protocolizar su unión por falta de documentación o apostille en sus registros de nacimiento y cartas de soltería”.
Contar con los papeles necesarios para casarse no ha sido el único reto que Hugo enfrenta en Colombia. De hecho, las seis horas de fila que él esperó para cruzar la frontera con Cúcuta fueron un presagio de lo que ha vivido hasta el momento: una larga espera para conseguir empleo y para encontrar espacios abiertos para hacer drag.
La suerte de Hugo comenzó a cambiar cuando su madre le envió en una maleta los zapatos, el maquillaje, la ropa y la peluca rubia de Denébola. Ahí no solo se sintió completo, sino que tomó un nuevo aire para seguir en busca de trabajo.
“Comencé a seguir en redes sociales a personas que hacían drag, a tocar las puertas en diferentes bares gay de Medellín. Les escribí a los colectivos gay y me rechazaron, yo sentía que era por mi nacionalidad”, asegura Hugo. Sin embargo, él continuó en la búsqueda y ya presentó su espectáculo un par de veces en Medellín. Además, consiguió trabajo en un call center.
Ahora la vida de Hugo sigue el camino que él soñó hace muchos años. Está planeando su matrimonio y cada vez se siente más cómodo con Denébola, su álter ego, en Medellín. Pero esto tampoco ha sido fácil; aunque Hugo se siente más seguro de expresar su identidad y su orientación sexual en Colombia, sabe que en el país también existen focos de discriminación y rechazo.
“En un parque en Medellín siento que no puedo comportarme como siempre. Normalmente me expreso libremente en espacios que comparto con personas drag o con amigos que conozco y en quienes confío. En todas partes puedes sentir rechazo, pero aquí me siento mucho más tranquilo que en Venezuela”, concluyó.
Aunque esta historia es un ejemplo exitoso de integración, los migrantes venezolanos que salieron huyendo de su país en busca de un futuro mejor deben enfrentarse a muchos retos y dificultades. El hambre, la falta de acceso a salud o educación, el desempleo y la discriminación son algunos de los problemas que deben superar para rehacer su vida.
Si este proceso es difícil para una migrante heterosexual, para una persona de la comunidad LGBTI puede ser peor. Los peligros y vulnerabilidades a las que están expuestas son mayores.
El Proyecto Oportunidades Sin Fronteras de USAID fue lanzado este 24 de enero. Más de 50 empresas del sector privado y gremios firmaron su compromiso con la generación de oportunidades económicas para la población migrante y colombiana.