El 81 por ciento de los migrantes en Bogotá y la sabana se ubican en estratos dos y tres. | Por: FOTO: MIGUEL GALEZZO
Rusia 2018 puso los ojos del mundo sobre Francia. No solo porque ese país ganó el Mundial de fútbol de ese año, sino porque muchos dijeron que por las venas de los campeones, más que sangre gala, corría talento africano.
En esa discusión pronto apareció el nombre del delantero Kylian Mbappé –hijo de un camerunés y una argelina–, considerado el mejor jugador joven del torneo. Con él también tomó protagonismo una generación de muchachos talentosos franceses hijos de migrantes, criados en la banlieue, en los extramuros de París.
Así, al revisar la historia de los países del primer mundo, casi todos han recibido procesos migratorios y tienen, por ende, sus propias banlieues. En Estados Unidos, por ejemplo, ese concepto es mucho más cercano al gueto, un término que ha evolucionado para denotar un área en la que, de modo excluyente, se concentra un determinado grupo social.
Eso ha marcado los procesos migratorios en el mundo, con consecuencias a veces funestas. En París, por ejemplo, en la banlieue hace algunos años se presentó un estallido social que terminó con miles de vehículos quemados y decenas de edificios dañados.
Colombia, y más puntualmente Bogotá y sus municipios aledaños, parece no estar alineada con esas dinámicas, según el estudio ‘¿Más integrados de lo que creemos? Migración venezolana en Bogotá y municipios vecinos’, de los investigadores Diva Marcela García y José Mario Mayorga, en colaboración con el Observatorio del Proyecto Migración Venezuela y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
El país es hoy el mayor receptor de ciudadanos venezolanos del mundo, el segundo fenómeno migratorio después del sirio. Pero el informe mostró que la población migrante proveniente de Venezuela (venezolanos y colombianos retornados) se encuentra espacialmente integrada en Bogotá y sus municipios aledaños. Es decir, no hay sectores tipo gueto o banlieues en los cuales los migrantes se concentren sin mezclarse con los lugareños.
Así, la capital de la república y la región tuvieron un resultado de 0,19 en el índice global de Moran, la herramienta de análisis espacial que sirve para establecer la similitud de áreas vecinas con respecto a la concentración de un grupo poblacional. Se expresa mediante una escala que va de cero (máxima integración o distribución homogénea) a uno (máxima segregación o concentración espacial).
El informe sentencia que en Bogotá –que ha recibido el mayor número de migrantes con un 20 por ciento del total– “existe una alta integración territorial (…), lo cual constituye una oportunidad para la integración social”.
Para volver sobre el caso de París, “Colombia podría haberse evitado ya esos procesos violentos que han tenido que vivir otros países”, dice Jordi Bayona, profesor de la Universidad de Barcelona e investigador del Centro de Estudios Demográficos, en España.
El experto, que ha estudiado el contexto latinoamericano, advierte la necesidad de ver el fenómeno de la segregación en Colombia desde una perspectiva más general, incluyendo factores como el idioma, la localización geográfica, el desplazamiento interno del país y la afinidad sociocultural entre Colombia y Venezuela.
Estos factores propician la distribución territorial y suponen escenarios diferentes al de los africanos en Francia o al de la segregación racial en Estados Unidos. En la capital no hay una segregación espacial importante, pero el estudio demuestra que tampoco hay una “distribución perfectamente homogénea” y que es posible establecer unas aglomeraciones significativas. Están en Kennedy y Bosa, en el suroccidente de la ciudad; yen Suba y Engativá, en el noroccidente. También en municipios como Soacha y Chía (vea el gráfico), lo que hace urgente una coordinación entre Bogotá y los municipios vecinos.
Asimismo, el análisis establece las denominadas concentraciones atípicas, es decir, sectores con alta presencia de migrantes que no están en zonas con las mismas características. Una de esas es, por ejemplo, Los Mártires. Un lugar en el que confluyen condiciones de deterioro social y urbanístico con una ubicación privilegiada.
VULNERABILIDAD
Para Xinia Navarro, secretaria de Integración Social de Bogotá, el estudio ratifica las realidades identificadas en esa entidad, que atienden en el Plan de Desarrollo Territorial por medio de estrategias itinerantes. “La pobreza y la vulnerabilidad, si bien se concentran en algunas zonas, están distribuidas en toda la ciudad; más ahora, producto de la pandemia. Esta diferencia frente a lo que sucede con fenómenos migratorios en otros lugares (del mundo) es una oportunidad para que el acercamiento a los migrantes desde el sector social sea incluyente y más amplio que la ayuda humanitaria”, dijo la funcionaria.
Sobre esa distribución de pobreza y vulnerabilidad, precisamente, el estudio parte de la verdad innegable de que antes de la migración ya había entornos segregados socialmente. Eso plantea otro asunto: ¿el éxodo venezolano refuerza la diferencia territorial entre ricos y pobres en Bogotá y la región? El estudio dice que sí. “Los migrantes siguen un patrón similar de distribución poblacional en los estratos socioeconómicos al de los lugareños de Bogotá y la sabana, pues se concentran principalmente en los estratos medios y bajos”. Con eso, la investigación advierte del riesgo de agudizar aún más el déficit habitacional, el poco equipamiento urbano y la dificultad para acceder a educación, salud o transporte.
Redy Adolfo López, director de Desarrollo Urbano del Departamento Nacional de Planeación, refiere que, si bien en el país no hay guetos, sí se identifican ciertos asentamientos precarios y ciertas dinámicas sociales. “Con el Banco Mundial estamos trabajando en crear un índice de vulnerabilidad urbana para, a partir de información del censo, ubicar algo que nosotros llamamos asentamientos precarios, que no solo tienen que ver con vivienda, sino con condiciones sociodemográficas como salud o educación”, sostiene López.
Y agrega lo que para él resulta una verdadera novedad. “Lo que hemos visto en Bogotá es diferente a lo que uno esperaría: las zonas marginales o de invasión no siempre están hacia los extremos o en las montañas… Hemos encontrado que en el centro de la ciudad hay varios de estos polígonos”, aseguró.
Eso quiere decir que, por ahora, la distribución territorial de los migrantes es muy positiva. Pero quedan otros aspectos pendientes en el camino de la integración de los cerca de 347.000 ciudadanos venezolanos con alta probabilidad de permanecer en Bogotá. La vinculación laboral o la unificación social, por ejemplo. Al final, puede ocurrir que, como en Francia, una generación de inmigrantes, como la de Mbappé, termine por darle grandes satisfacciones a Colombia.
El Proyecto Oportunidades Sin Fronteras de USAID fue lanzado este 24 de enero. Más de 50 empresas del sector privado y gremios firmaron su compromiso con la generación de oportunidades económicas para la población migrante y colombiana.