Juan Guaidó es un presidente extraño. No tiene despacho presidencial, sus ministros y embajadores no tienen oficinas, no maneja el presupuesto, sus iniciativas legislativas no se pueden implementar, los decretos que expide no se cumplen y las fuerzas militares no le obedecen. Sin embargo, sus primeros 100 días de mandato presidencial han sido un éxito.
Lo son, porque su gestión se evalúa solamente con una medida: la supervivencia. Enfrentado a una de las dictaduras más corrosivas de las que se tenga memoria y en medio de una crisis humanitaria, Guaidó representa la única esperanza del pueblo venezolano para salir algún día del infierno a donde fue conducido por Hugo Chávez.
Como un monstruo que no aguanta ver su propia imagen en el espejo, el chavismo no ha podido contrarrestar la valentía y esencial decencia con las cuales Guaidó les ha enfrentado. Por esta razón ha sobrevivido en contra de todos los pronósticos: porque es la antítesis de ese régimen carcomido por la hipocresía, la incompetencia y la corrupción.
No obstante, la prueba de fuego del joven mandatario está por venir. El actual estado de cosas es insostenible. La única manera como la dictadura logrará mantenerse en el poder será con la fuerza desenfrenada, para lo cual cuenta con experimentados aliados internacionales. Será en ese entonces cuando sabremos si el Guaidó que hemos conocido durante estos 100 días es verdadero o si, por el contrario, no es más que otra ilusión que se nos esfuma trágicamente.
*Ex secretario general de Presidencia
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