El Barómetro de Xenofobia detectó en agosto un preocupante aumento del 731% en expresiones negativas y discursos de odio en el país. | Por: GUILLERMO TORRES | SEMANA
Un niño venezolano y su madre relatan cómo vivieron la discriminación y cómo han enfrentado retos para que no los rechacen. "Los escucharon hablar y empezaron a decirles que no jugaban con venecos", lamentó la migrante.
José Prado tiene 13 años y vive en la localidad de Santa Fe, en el centro de Bogotá. La migración lo hizo madurar precozmente porque a los 11 fue víctima de xenofobia, al poco tiempo de haber llegado a Colombia, cuando se vino en el 2018 junto a su hermano menor, su madre y su padre del estado Carabobo (Venezuela).
En la capital colombiana su vida le cambió un 100%, ha vivido experiencias muy fuertes emocionalmente para su edad. Su madre, Marina Prado relata que apenas llegaron al barrio pasaron por una experiencia muy triste con unos vecinos. Ella los sacó a la cancha del sector para que compartieran con los otros niños un partido de fútbol. "Cuando preguntaron si podían jugar, los otros niños les escucharon el dialecto venezolano y empezaron a decirles que no jugaban con venecos, que porque eran ladrones”, lamentó.
Ese día, José y su hermanito lloraron y se encerraron. No querían salir más a jugar. “Desde ese momento mis hijos cambiaron el dialecto, hablan más el colombiano que el venezolano”, dice esta madre, notando que esa era la única forma de que no los rechazaran.
Esa primera experiencia fue muy fuerte para ambos niños, que en ese entonces tenían 11 y 9 años, desafortunadamente no fue la primera barrera que encontraron al llegar a Colombia. Marina cuenta que sus hijos duraron seis meses sin poder estudiar debido a que fue muy complicado conseguirles cupos para entrar al colegio. “No teníamos documentación, ni tampoco EPS y por eso no los dejaban estudiar”, precisa la migrante.
Esta venezolana recuerda que, incluso, en ese momento la Secretaría de Educación le cerró dos veces la puerta cuando pidió acceso a la educación de sus hijos, pero al final fue gracias a una vecina colombiana que pudo seguir golpeando más puertas y pudo darles educación a sus hijos. Fue a la oficina de Integración Social y le dijeron que le daban un cupo pero un año menos. Fue entonces cuando sus hijos ingresaron en abril de 2019 al colegio, su hijo menor a la sede A y José, el mayor, a la sede B.
José tenía 11 años y en Venezuela estaba cursando sexto grado, pero por este problema de cupos tuvo que retrasarse e ingresó a quinto grado. “Me sentí mal porque iba más avanzado, aunque se me hizo más fácil porque ya sabía muchas cosas”, dice José, quien describe que cuando ingresó a la institución fue víctima de xenofobia por parte de varios compañeros.
“Cuando llegué acá me trataron muy mal en el colegio, apenas entré me escupieron la espalda, en el segundo día iba bajando las escaleras y me pegaron con un tarro en el cuello y pues de ahí comenzaron los problemas", cuenta José.
Su mamá comenta que sintió una gran impotencia al verlo llegar en ese estado a la casa, golpeado, escupido, rasguñado. Marina dice que en ese momento no pudo hablar con el director, pero que gracias a una vecina colombiana que le indicó la ubicación de Integración Social, pudo solicitar una cita con el colegio y pudo solucionar el tema. Habló con la profesora, y los llevaron a una conciliación entre los niños porque el alumno agresor tenía problemas familiares, según recuerda Prado, y trajo a colación que meses atrás en el mismo colegio a una niña la habían maltratado "por ser venezolana, le arrancaron un arete y la lastimaron”.
Luego del incidente, José pudo llegar a un acuerdo con sus compañeros, pues no quería tener problemas con nadie más. Sin embargo, integrarse al grupo se le hizo muy complejo, se alejaba y no hablaba con los demás. Solo tiene un amigo que se llama David, un adolescente chocoano que también emigró forzadamente de Chocó a Bogotá junto a su familia, luego de ser desplazados por la violencia causada por presencia de grupos armados ilegales en esta zona de Colombia.
José y David se empezaron acercar luego de tener clases juntos e ir conociendo las historias de cada uno. “Yo le empecé a contar mi historia de por qué yo me había venido de Venezuela y él luego me contó su historia de por qué se había venido de Chocó y fue porque la guerrilla los sacó de su casa", recuerda el niño venezolano. Ambos, de 13 años tuvieron experiencias traumáticas en sus vidas, pero pudieron encontrar un soporte en el otro y siguen fortaleciendo su amistad.
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Ana Karina García, presidenta de la Fundación Juntos Se Puede, dice que a su organización llegan muchos casos de problemas de integración y xenofobia contra niños venezolanos. En temas de educación atienden más de 150 casos semanales. Además, explica que es recurrente el atraso escolar en esta población. "Influye cuando los niños llegan con un nivel educativo más alto y repiten el año, o se atrasan, tienen muchas veces problemas de integración, hemos tenido familias que han sacado a sus hijos del colegio por estas barreras”, apunta García.
En su organización Juntos Se Puede han trabajado por medio de asesorías psicológicas a los niños y a sus familias. “Hablamos con los papás para que entiendan que lo mejor no es sacarlos del colegio, sino hablar con las instituciones para buscar soluciones”, explica Ana Karina García.
Stephanie López Villamil, investigadora de la Universidad Nacional, quien recientemente hizo la investigación Infancias migrantes en Colombia: retos del derecho a la educación, refiere que muchas familias venezolanas han visto actitudes de los niños que hacen que no quieran ir a los centros educativos. “Los adultos nos dicen que los niños tienen miedo de ir al colegio por el tema de la xenofobia y bullying, pero en algunos colegios se está trabajando en este aspecto en particular”, asegura López.
Diferentes organizaciones humanitarias como Acnur, Unicef, la Fundación Juntos Se Puede, y el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación han hecho diferentes talleres en instituciones educativas del país para atender esta problemática de la xenofobia en los colegios donde hay niños migrantes.
De hecho, recientemente hicieron un taller en un colegio de Ciudad Bolívar, de Bogotá, y los alumnos ejemplificaron con dibujos ¿qué es lo injusto? Entre las múltiples respuestas sorprendió el dibujo de un niño migrante que además escribió que nadie quería jugar con él porque era venezolano.
La publicación se hizo viral luego de ser compartida en redes sociales, el pasado 23 de septiembre, por el director del Centro de Memoria, José Antequera, quien invitó a los colombianos a reflexionar sobre el tema y a mitigar la xenofobia.
Hoy hicimos un taller en un colegio de Ciudad Bolívar y una de las dinámicas era preguntarnos sobre lo injusto. Un niño dibujó este monumento a la injusticia y a la tristeza. Dibujó y habló porque resiste en una ciudad que le debe sus colores a los éxodos que la atraviesan. pic.twitter.com/tXxSGDL86E
— Jose Antequera Guzmán (@Antequerajose) September 23, 2021
La migrante venezolana Marina Prado afirma que en el colegio de sus hijos nunca han hecho charlas o capacitaciones para prevenir la xenofobia, pero que gracias a la fundación donde colabora, Performance, han podido hacer talleres para discutir y tratar el tema con los menores de edad.
Ahora, José recuerda con un poco de amargura y tristeza esos momentos, pero dice que la experiencia ha venido cambiando. Le gusta estudiar matemáticas, su materia favorita, y también disfruta practicar fútbol los lunes y miércoles en la tarde. Su sueño ahora es ser ingeniero mecánico y automotriz, y espera trabajar en un futuro al igual que su papá, arreglando carros.
Magda Bayona, Tatiana Bayona y Jesús Urbina, docentes universitarios, presentaron en la Feria del Libro de Cúcuta, una obra que habla sobre los contextos fronterizos y el rechazo que sufren los migrantes.