En el Informe 2019 sobre el Estado de la Seguridad Alimentaria y de la Nutrición (FAO, FIDA, OMS, PMA y UNICEF) se advertía el desplome alimentario en Venezuela. Según esta investigación, los venezolanos en situación de hambre al 2018 se estimaron en 6,8 millones. Y en febrero pasado, el Programa Mundial de Alimentos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) publicó un informe con cifras desgarradoras: un total de 9,3 millones de personas, prácticamente la tercera parte de la población, padece inseguridad alimentaria moderada o severa. Es decir, una de cada tres personas en Venezuela pasa hambre.
Luego del peor año agrícola de la historia, completando más de una década de caída en la producción, y sin disponibilidad de divisas para importar alimentos, la situación actual es más alarmante. Al dividir la oferta total disponible de alimentos entre toda la población, asumiendo una distribución equitativa, no es exagerado estimar que quedarían sin poder alimentarse adecuadamente sobre los 8 millones de venezolanos. La realidad es más cruel, al saber que el reparto es muy desigual.
Las medidas irracionales y no consensuadas, implementadas por el estado a través de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana dentro de la cuarentena social por la presencia del coronavirus están alejando aún más de nuestros hogares la posibilidad de acercarnos a una adecuada alimentación. En los campos venezolanos se pierde lo poco que gracias al tesón de nuestros agricultores y ganaderos, aún queda de pie, ante la imposibilidad de acceder a los combustibles.
Estos valientes héroes sin capa están imposibilitados de trasladarse a sus fincas. Tienen a su vez paralizadas las labores de manejo de cultivos y rebaños ya que estas actividades dependen de vehículos, maquinarias y equipos que utilizan gasolina o gasoil. En regiones donde acumulan largas horas sin servicio eléctrico, los productores no logran poner a funcionar sus plantas eléctricas, estaciones de extracción y bombeo de agua para cultivos y rebaños, y la cadena de frío, ya que no disponen del combustible para su funcionamiento.
«La grave situación de escasez de combustible, de vieja data, y a la cual el gobierno no ha dado respuesta, pone en riesgo la cosecha de cultivos, recolección de leche y huevos de consumo, sacrificio de animales, e incluso la pesca, y el traslado de alimentos a los centros de procesamiento y comercialización. Son innumerables los testimonios de las pérdidas de cultivos, incluso rebaños, que están ocurriendo en Venezuela».
Werner Gutiérrez Ferrer, articulista venezolano
Andrés Ramírez, productor de Timotes, municipio Miranda, estado Mérida, ofreció evidencias de la pérdida de un corte completo de lechuga y repollo luego de esperar 22 días por suministro de gasolina para el traslado de la cosecha al mercado nacional, debiendo ser destinado a la alimentación de ganado.
En la población de La Grita, municipio Jáuregui, estado Táchira, por cuarto domingo consecutivo continuó paralizada la “Bolsa Agrícola” que por más de veinte años ininterrumpidos sirvió como principal centro de acopio de la zona alta de esta región andina del estado Táchira, que envía al mercado nacional más de 5000 toneladas semanales de hortalizas.
José Peña, productor de plátanos del Sur del Lago de Maracaibo, denunció que lleva 22 días sin poder realizar la cosecha en sus plantaciones por no disponer de combustible para los camiones que trasladan la fruta al mercado.
En el municipio Anzoátegui, estado Cojedes, un grupo de 200 productores de tabaco, cebolla, tomate y arroz, ante el riesgo de perder sus cosechas realizó recientemente una protesta al cumplirse 15 días sin poderse surtir de gasolina. En el estado Portuguesa, José Jiménez lamenta la pérdida de su ajonjolí, mientras Antonio Quero en Turén, alerta que está en riesgo de perderse todo su lote de frijol, listo para cosecha, ante la entrada de las lluvias, al no poderse trasladar a su finca por falta de combustible.
Esta situación de inaccesibilidad del sector agropecuario a combustibles se presenta en toda la geografía nacional, y en el horizonte no se vislumbra solución, lo que nos conduciría al temible “holocausto” de nuestro sistema agroalimentario.
Ante este complejo y peligroso escenario, diversos voceros estudiosos del tema, hemos acompañado los llamados que responsablemente realizan los gremios FEDEAGRO y FEDENAGA al estado venezolano de garantizar condiciones mínimas de combustibles, insumos y movilización para no perder la poca producción de alimentos en nuestros campos venezolanos.
En reciente declaración de la FAO, en lo que puede considerarse como un giro de 180 en la posición que había mantenido este organismo, su representante para Venezuela Rolf Hackbart alertó “la producción nacional es de vital importancia para mitigar los riesgos posibles de interrupciones en las cadenas de suministro”, afirmando que “sostener la producción nacional es de vital importancia”.
Entre sus recomendaciones al gobierno venezolano, en consonancia con el reclamo que diversos actores hemos realizado de otorgar atención oportuna a nuestro sector agroalimentario en el marco de la cuarentena social, Hacbart aconsejó “…tomar en cuenta las medidas necesarias para la circulación de personal en sectores claves y buscar mecanismos seguros para los procesos de cosecha y transporte de alimentos”.
Si el campo produce la ciudad come, pero un campo sin combustible e insumos, nos conducirá sin remedio, a un país sin alimentos. Lo responsable es un cambio de rumbo, convocar a los actores del circuito agroalimentario venezolano, y en colaboración con los organismos internacionales, establecer un plan de emergencia que incluya el ingreso de la ayuda humanitaria canalizada por la Asamblea Nacional, para acompañar a nuestros agroproductores en su esfuerzo. Es la única vía posible para atenuar la grave crisis alimentaria que viene padeciendo el país desde el año 2009, y que se puede agravar a niveles inimaginables en el marco de la pandemia por el covid 19 actual.
Werner Gutiérrez Ferrer es ingeniero agrónomo, profesor universitario y exdecano de la Facultad de Agronomía de la Universidad del Zulia, en Venezuela
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Los derechos de la niñez migrante y refugiada han de ser una prioridad hoy y siempre.