Un 3% de los migrantes que llegaron hace más de 5 años y están en edad de trabajar fueron identificados como empleadores | Por: ARCHIVO
Con más de 1,8 millones de venezolanos a corte de febrero de 2020, Colombia ha experimentado una de los mayores flujos migratorios en su historia. Diversos sectores, desde la cultura hasta la economía, han sentido el impacto de las nuevas dinámicas que traen consigo los diferentes perfiles migratorios.
El sector empresarial y de emprendimiento no se queda por fuera. En un país con altos índices de desocupación y donde el empleo informal es la norma, crear empresa se convierte cada vez más en una opción de vida para cientos de miles de colombianos y migrantes. No en vano, según el Panorama del Emprendimiento en Colombia basado en datos del GEM, el país ocupa el cuarto lugar en Latinoamérica en tasa de actividad emprendedora.
Según un reciente artículo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que analiza las cifras de la Gran Encuesta Integrada de Hogares de 2018, aproximadamente el 1% de los migrantes en edad de trabajar que se encontraban en el país eran emprendedores y crearon en promedio 2,7 puestos de trabajo. Aunque parezca una cifra baja, no está muy alejada de las proporciones con empresarios colombianos, quienes representan el 2% del total de la población en edad de trabajar y generan en promedio 3,9 puestos de trabajo.
Además, entre los migrantes venezolanos la tendencia emprendedora varía de acuerdo al tiempo que llevan en el país. Según el estudio del BID, el 3% de los migrantes que llegaron hace más de cinco años y están en edad de trabajar fueron identificados como empleadores (un porcentaje mayor que el de los colombianos) y en promedio cada uno de ellos generó 3,4 puestos de trabajo. En esta capacidad de crear empresas y generar empleo influyen factores como el nivel educativo y socioeconómico de los migrantes, que solían ser más altos en la primera ola que llegó a inicios de la década, pero también es importante considerar que para emprender en un país es necesario primero estabilizarse y adaptarse.
Sin embargo, el emprendimiento en el país no es tarea fácil para nativos y mucho menos para migrantes. Según estudios del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), Colombia es un país dos veces más propenso a la creación de nuevas empresas, pero seis veces menos capaz de generar compañías con más de 50 empleados. Y según el Global Entrepreneurship Monitor (GEM), sólo el 6% de las nuevas empresas resisten más de 3,5 años. Esas dificultades las conocen de primera mano los venezolanos.
Un emprendimiento 'migrante' en cuarentena
Jenny Bohórquez, abogada de profesión pero panadera de oficio, lleva dos años sacando adelante la herencia emprendedora que le dejó su familia. La panadería ‘El Ávila’, nombrada así en honor a su origen caraqueño, rescata los sabores más tradicionales de Venezuela y los lleva a la capital colombiana.
Hija de padres colombianos, Jenny decidió migrar desde Caracas el 29 de diciembre de 2017. Tan solo dos meses después, empezó a hacer parte de la sociedad familiar que convertiría a la panadería fundada por su padre en el 2013 en uno de los lugares con productos venezolanos más reconocidos de Bogotá.
©|Archivo personal
Si hay algo que Jenny supo hacer desde que llegó a la ciudad fue vincularse en cuanto programa de apoyo al emprendimiento encontró. Participó en el proyecto ‘Venezuela aporta’, promocionado por la alcaldía de Bogotá; hizo parte de ‘Migración productiva’, una estrategia de la Cámara de Comercio de Bogotá con la que reunían a emprendedores y generadores de empleo venezolanos para brindarles asesorías en mercadeo, financiamiento, ventas y modelos de negocio; y actulmente participa en un programa de emprendimiento que la Cancillería colombiana y Naciones Unidas implementaron para ayudar a los colombianos retornados. En este último recibió un capital con el que logró comprar una máquina amasadora más grande para aumentar la producción.
Ahora, cuando la cuarentena por el coronavirus ha puesto en riesgo muchos de los empleos que se generaban en el país, espera ingresar al ‘Fondo emprender’, un programa que desarrolla el SENA a nivel nacional para brindar capital semilla a pequeños emprendedores. "He encontrado varias iniciativas que quieren que la gente conozca el lado positivo de la migración venezolana, y las he aprovechado al máximo", comenta.
Como muchos empresarios, Jenny ha tenido dificultades durante las medidas de aislamiento social que decretó el Gobierno nacional. Pero ha buscado la forma de reinventarse y mantener la nómina de los tres empleados colombo-venezolanos que trabajan en la panadería. Después de no poder dormir pensando en que la caída de las ventas en los primeros días de pandemia, ideó un sistema de turnos ajustado a la emergencia.
"Mis ventas cayeron alrededor de un 70%. Para mí hubiera sido muy fácil decir que despido a alguno de ellos, pero me parecía injusto porque son muchachos que tienen un hogar que mantener. Le pedí a Dios no tener que botar a ninguno"
Jenny redujo los seis días que trabajaban a la semana a solo tres. Les entrega desayuno y almuerzo a sus empleados diariamente e incluso se ofreció a hablar con sus arrendatarios en caso de ser necesario. "Los que tenemos empleados debemos buscar la forma de cuidarlos. A mí me dicen que soy ‘muy mamá’, pero es que yo creo que ellos son el recurso primario de un negocio", cuenta.
©|Archivo personal
Aunque hasta ahora su sistema ha dado resultados, hay algo que la consterna. De los 12 billones de pesos que el Gobierno nacional ofreció para mitigar el impacto económico generado por la covid-19 en las pequeñas y medianas empresas, Jenny no ha recibido nada.
“No hemos conseguido ninguna ayuda. Yo llamé para lo de los auxilios que estaba ofreciendo el Gobierno para los microempresarios, pero me dicen que para poder acceder a ellos debo tener un nivel de ventas de 300 millones al año”,
Jenny Bohórquez, venezolana
Se acercó a otras instituciones bancarias para pedir un préstamo, pero por la falta de historial crediticio se lo negaron. “Nosotros los emprendedores y migrantes la tenemos muy dificil. A mí lo que me interesaba realmente era poder pagar la nómina”, afirma.
En medio de la situación, Jenny y sus empleados empezaron a ‘darle la vuelta’ al negocio. Los domicilios y la compra para llevar son ahora la prioridad. “Ese es el lado positivo de esta situación”, explica. Con sus conocimientos empresariales, ahora sabe que su futuro es un gran centro de producción capaz de distribuir mercancía a otras panaderías y con el que sueña generar muchos más empleos en el proceso.
"Además de que actualmente compro todos mis insumos a empresas colombianas, yo voy a crecer como empresaria, voy a contratar más personas y a contribuir con mis impuestos", dice segura de ese aporte que la migración le trae a la economía colombiana.