El inicio de la historia de Julio no dista mucho de lo que viven la mayoría de migrantes venezolanos que llegan a la ciudad. Con dinero prestado para pasajes, y en compañía de su esposa, decidió dejar la difícil situación que atravesaba en el país vecino.
Durante su trabajo como comerciante en la frontera, llegó un momento en que la ausencia de electricidad y agua no lo dejaron producir más en su país de origen. Fue ahí cuando supo que, al igual que sus cinco millones de compatriotas, debía buscar un mejor futuro en otro país. Las escalas fueron variadas. Más de 24 horas en bus entre Valencia, Arauca y Bogotá. Su destino final era Perú, pero decidió pasar antes por Cali a saludar a algunos amigos en su misma situación. Enamorado de la ciudad, se estableció la semana siguiente.
Casi dos años después, Julio cuenta su historia con la sonrisa que lo caracteriza. “Siempre he sido demasiado positivo, tal vez ese es mi problema”, afirma mientras sostiene un plato con las empanadas y pasteles de hojaldre que fabrica y comercializa desde su propia casa, un emprendimiento con el que soñó desde antes de llegar a Colombia.
El emprendimiento
Pastiben, su emprendimiento de masas de hojaldre, trabaja bajo el lema“uniendo culturas”. Aunque es amante de la gastronomía caleña, quiere dar a conocer una de las recetas más tradicionales de Venezuela en la Sucursal del Cielo. Después de trabajar en restaurantes, siguiendo su amor por la cocina, empezó a producir la famosa masa lista venezolana junto con un amigo que convenció de migrar a Cali, como él lo había hecho meses atrás.
"Empecé a vender mis masas a los venezolanos que querían comer recetas de su país. Me iba en el MIO, nos encontrábamos en una estación para el intercambio y me regresaba nuevamente para no tener que pagar un pasaje adicional" narra Julio sobre sus primeras ventas.
Animado por el acogimiento de su nuevo producto, formalizó su emprendimiento ante la Cámara de Comercio de Cali. Ya no era solamente el vendedor de masa lista, ahora era Pastiben, un nombre que surgió de la combinación entre su apellido y el de su esposa, una historia que aún les saca sonrisas.
La Colonia de Venezolanos en Colombia (Colvenz), desde su sede en Cali, fomenta el emprendimiento de migrantes. ©|Luis Fernando Caballero
El emprendimiento de migrantes, aunque puede ser una actividad común, se hace de manera poco controlada. En Cali, hay cerca de 53 empresas activas de migrantes venezolanos registradas en la Cámara de Comercio, una cifra que, si bien es alentadora, es baja comparada con los más de 85.780 migrantes que hay en el Valle del Cauca, según el último informe de Migración Colombia. Lo positivo, en palabras del presidente de la Cámara de Comercio de Cali, Esteban Piedrahita, es que cualquier persona, sin distinción de nacionalidad u origen, puede acceder a la oferta de programas de emprendimiento que tiene la institución.
«Contamos con una oferta de 40 programas para emprendimientos en etapa temprana y de alto impacto. Algunos de ellos son Prospera, en Agua Blanca, Siloé, Barrio Obrero y Yumbo, que atienden emprendimientos en etapa temprana. Otros como Valle Impacta aceleran empresas que crecen a doble dígito»,
explica Piedrahita.
Los requisitos son los mismos para cualquier emprendedor, ya sea colombiano, venezolano o de cualquier otra nacionalidad. Lo único que se requiere es contar con los documentos de identidad avalados para realizar negocios en Colombia. Incluso, pueden acceder a servicios de financiación en programas como Fondéate, que conecta a los emprendedores con financiadores.
Julio ha asistido a cerca de seis cursos ofrecidos por la Cámara de Comercio para acompañar a las pequeñas empresas. Temas como las ventas, cómo emprender, ideas complementarias y las redes de emprendedores le han permitido no solo dar a conocer sus productos, sino también empezar a contactar servicios complementarios que hacen su proceso de producción más eficiente.
Uno de los aspectos positivos de este tipo de iniciativas en el país es la relación demográfica de los migrantes y la población. En Colombia, según datos del Censo Nacional de Población y Vivienda 2018, los migrantes son 10 años más jóvenes que el promedio colombiano, lo cual puede ofrecer ventajas a un país que envejece. Los migrantes traen el mismo empuje que el de los colombianos que llegaron a Venezuela en la segunda mitad del siglo pasado.
Otras instituciones, como la Colonia de Venezolanos en Colombia (Colvenz), llevan a cabo estudios y evaluación de los perfiles e ideas de unidades productivas con el fin de ser un puente entre emprendedores migrantes y entidades que disponen de recursos de agencias internacionales para financiarlos.
Ser migrante en Cali
Según el último informe de Migración Colombia, a corte de octubre de 2019 había en Cali cerca de 58.217 venezolanos, la mayoría con Permiso Especial de Permanencia (PEP). Para Julio, esa es la clave: “hacer las cosas al derecho”.
“A los tres días de estar acá, la señora que me recibió me acompañó al Centro Administrativo Municipal (CAM) a inscribirme. Cuando uno hace las cosas de la forma correcta, el caleño es muy receptivo, muy buena persona. Ellos han tenido compasión y nos han ayudado en más de una ocasión”, aseguró.
Hoy, su esposa logró ser contratada en el taller del reconocido diseñador caleño Felipe de La Pava y la empresa familiar ha conseguido que varios restaurantes de la ciudad adquieran sus productos. “Estamos enamorados de Cali, de su naturaleza y la alegría de su gente”, dice sobre la ciudad que los ha acogido y de la que ya no quieren irse.
«Si uno ve a Cali desde lo alto, tiene forma de una sonrisa, porque aquí todo el mundo es alegre; de lunes a lunes es una fiesta»,
Julio Carrero.
Colonia de venezolanos en Cali ©|Luis Fernando Caballero
La selva del Darién sigue siendo una de las rutas irregulares más utilizadas por los migrantes venezolanos y de otras nacionalidades que huyen de su territorio con el fin de llegar a Estados Unidos.