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La tendencia a asociar migración y criminalidad



Por: Mauricio Palma
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¿Existe un nexo entre la migración desde Venezuela y el aumento de la criminalidad en Colombia? ¿Qué tan preciso es asociar los términos ‘migrante’ y ‘crimen’? ¿Hay evidencia para sostener esta postura, que parece cada vez más común en nuestro país?

Por ahora, todo apunta a que la relación es débil y que este es un asunto esencialmente de percepción, distante de la realidad de la participación de los migrantes en el crimen. 

De hecho, en un informe reciente de la Fundación Ideas para la Paz (FIP) sobre ‘Seguridad ciudadana y migración venezolana’ se concluye que “a nivel general, los índices delictivos en Colombia no se han visto afectados por la llegada masiva de migrantes venezolanos”. Por su parte, la experiencia internacional se encuentra en línea con estos hallazgos. 

Si bien no hay un consenso absoluto que desligue a la migración masiva del aumento del crimen, la mayoría de la evidencia apunta a que esta relación es marginal. Esto quiere decir que, bajo condiciones particulares, la criminalidad puede llegar a alimentarse de la migración, sobre todo en lugares donde esta se encuentra estructuralmente arraigada. Sin embargo, esto no implica que los migrantes sean por sí solos generadores de conductas criminales. 

Esto contrasta con la creciente asociación entre migración y crimen. Uno de los síntomas de esta predisposición se refleja en la Encuesta Invamer de julio pasado, en la que el 69% de los consultados tenía una opinión desfavorable de los venezolanos que han llegado a Colombia. Entre los factores que alimentan esta percepción se encuentra la asociación con el crimen, al lado de la competencia en el mercado laboral y por servicios en general. 

Las vías por las que estas ideas se han difundido son los medios tradicionales y las redes sociales. Ambos son canales que alimentan y definen la agenda pública y sirven como cajas de resonancia sobre hechos puntuales dependiendo de los intereses de turno. 

Las redes pueden ser además vehículos de difusión de información falsa o imprecisa, útil para los objetivos políticos de muchos grupos frente a la migración, como se ha comprobado en procesos recientes, por ejemplo, en el flujo de centroamericanos a Estados Unidos o de sirios e iraquíes a Europa.

No obstante, otros factores han sido el foco de menor atención, pero son igualmente importantes para entender la creciente asociación entre migración y criminalidad en la sociedad colombiana.

Expertos internacionales en estudios del nacionalismo, esencial en la comprensión de procesos migratorios, han encontrado explicaciones en la biología para entender la asociación de grupos sociales minoritarios (como migrantes) con actividades inseguras e indeseables (como el crimen).

Robert Sapolsky, profesor de neurociencias en Stanford, aseguró en Foreign Affairs de marzo pasado, que el rechazo/aceptación de grupos de inmigrantes, se explica a partir de los sesgos cognitivos, derivados de una condición biológica que hace asociar ‘lo desconocido’ con ‘lo inseguro’, lo que a la larga se asocia con mayor criminalidad. 

Otros científicos, como Amy Chua de Yale, afirman que el cerebro humano tiende a tener reacciones de seguridad y satisfacción frente a individuos que comparten características étnicas y a levantar alertas frente a los que no. Esto puede incidir en la asociación de la migración con inseguridad, competencia y otras dinámicas similares. 

Los expertos coinciden además en que estas actitudes son reflejos de las conductas que tenían algunos de los primeros grupos de humanos que habitaron la tierra. Es posible entonces que buena parte del nexo entre migración y criminalidad además de ser construido a través de medios de comunicación y redes sociales pueda tener una explicación biológica. 

En cualquier caso, esto no se convierte en una justificación para generalizar el fenómeno migratorio como generador de criminalidad, abriendo la puerta a nuevos conatos xenofóbicos y mayores dificultades para su gestión. 

Por el contrario, se constituye en una razón de peso para trascender el legado genético de los primeros humanos, buscar soluciones de política basadas en evidencia objetiva y sobrepasar impulsos irracionales heredados por miles de años. 

Mantenerse en que la migración es causa directa de criminalidad es impreciso, niega que el crimen (y la necesidad de su solución) está presente en las urbes colombianas desde mucho antes del arribo masivo de migrantes, y es potencialmente peligroso al alimentar el conflicto social, dificultando la convivencia y la integración.

 


*Mauricio Palma es analista y profesor de Relaciones Internacionales. Investigador doctoral de la Universidad de Warwick (Inglaterra)


Las opiniones de los columnistas en este espacio son responsabilidad estricta de sus autores y no representan necesariamente la posición editorial de PROYECTO MIGRACIÓN VENEZUELA.



 






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