La situación económica de los hogares son mejores que en Venezuela, pero sus condiciones de vida son percibidas como regulares. | Por: ESTEBAN VEGA | SEMANA
Ver vacía la despensa le causa un estrés constante a Camilo Pirela, un migrante venezolano que ha sorteado más de dos años de zozobra y hambre en Colombia. Para sobrevivir con su familia ha hecho muchas cosas, incluso pedir alimentos vencidos en los supermercados.
La reactivación económica tras ocho meses de emergencia sanitaria parecía darles oxígeno a él, a su esposa y a su bebé de dos años, pero el hambre nuevamente tocó a sus puertas en Usme. En febrero de este año finalizó un contrato de trabajo como encuestador, y volvió a quedarse sin ingresos. “Solo tomamos agua de panela caliente antes de acostarnos para engañar el estómago y tratar de dormir”, dice Camilo.
Esta historia la repite uno de cada cuatro hogares migrantes venezolanos, que padece inseguridad alimentaria severa, según reveló la Encuesta de Calidad de Vida e Integración de los Migrantes Venezolanos en Colombia, realizada por el Proyecto Migración Venezuela de SEMANA.
Los hallazgos en este tema son dramáticos. El 25,8 por ciento de los hogares venezolanos tuvo al menos un miembro que no consumió ninguna de las tres comidas por falta de dinero uno o más días de la semana previa a la encuesta. Este porcentaje contrasta con el 0,54 por ciento para los hogares colombianos que viven esta situación en las principales ciudades del país, de acuerdo con la Encuesta Pulso Social del Dane.
La encuesta del Proyecto Migración Venezuela, lanzada el 25 de marzo, se realizó telefónicamente entre el 5 y el 17 de diciembre de 2020 a 1.604 hogares venezolanos incluidos en la base de datos de la organización Coalición por Venezuela y del Programa Respuesta de Emergencia en Arauca de ACDI/VOCA. En total, tuvo presencia en 99 municipios y 25 departamentos, incluyendo Bogotá.
Uno de cada cuatro hogares migrantes venezolanos radicados en el país vive en una habitación. El 92,4 por ciento está arrendado o subarrendado. Foto Miguel Gallezo
Este instrumento de medición permitió conocer las condiciones de vida de los hogares migrantes venezolanos, medir el avance de su integración en la sociedad colombiana, las afectaciones por la covid-19 y conocer las barreras de acceso a bienes y servicios básicos a los que se enfrenta esta población.
Los resultados muestran que el 51,7 por ciento de las personas encuestadas se encuentran en situación de pobreza multidimensional, lo que contrasta con un 17,6 por ciento para los colombianos. Las principales privaciones de estos hogares se dan en el acceso a empleo, salud, rezago escolar y vivienda. En este sentido, el 97,7 por ciento de los hogares migrantes tienen privaciones por tener empleos informales, el 85,4 por ciento no está asegurado en el sistema de salud, el 51,4 por ciento tiene rezago escolar y el 48,8 por ciento enfrenta hacinamiento crítico en sus viviendas.
Sobre este último punto se identificó que uno de cada cuatro hogares migrantes vive en una habitación y el 48,7 por ciento de estos núcleos familiares se encuentra en hacinamiento crítico, un porcentaje muy elevado en comparación con el 8,6 por ciento de los hogares colombianos.
Esa situación la conoció muy bien la venezolana Mariela González cuando llegó a Bogotá con su esposo y sus hijas de 5 y 8 años. Por 10 meses durmieron en un colchón en el suelo en una habitación de tres por tres metros arrendada en un barrio del sur de la capital colombiana. Y en esas mismas condiciones vive actualmente Camilo Pirela.
Tal como se ha evidenciado en estudios de Naciones Unidas, la llegada de la pandemia agudizó los niveles de vulnerabilidad de la población migrante venezolana en los países de acogida, y Colombia no es la excepción. El Proyecto Migración Venezuela identificó a través de su encuesta que el 61,7 por ciento de los hogares migrantes tuvo alguna dificultad durante el confinamiento.
La esperanza que tienen los venezolanos de migrar a Colombia para mejorar su calidad de vida se desvanece con las cifras encontradas en esta medición: aunque más del 74% de los hogares migrantes perciben que sus condiciones económicas son mejores o iguales que las del hogar antes de emigrar de Venezuela, el 75 por ciento de los hogares encuestados considera que actualmente las condiciones de vida de su hogar son regulares.
“La población migrante es más vulnerable que la colombiana, tiene niveles más altos de inseguridad alimentaria, enfrenta hacinamiento crítico en mayor proporción que los hogares colombianos, más de la mitad se encuentra en pobreza multidimensional, hay niveles de informalidad y desempleo importantes, dificultades para el aseguramiento en salud y barreras de acceso a otros servicios básicos”, sintetiza Adriana Sabogal, directora del Proyecto Migración Venezuela.
Los migrantes venezolanos cuentan con un buen perfil educativo. Sin embargo, el 97,5 por ciento de los profesionales venezolanos no cuenta con títulos convalidados en Colombia. Foto Brenda Guerrero
En relación con el nivel educativo de los migrantes venezolanos se confirma que esta población cuenta con un buen perfil que podría ser una ventaja para el desarrollo económico del país, debido a que el 27,7 por ciento cursó los grados de básica primaria, el 47,4 por ciento tiene título de secundaria y el 22 por ciento realizó una carrera superior universitaria. Sin embargo, una barrera que sigue frenando esta inclusión es que el 97,5 por ciento de los profesionales venezolanos no cuenta con títulos convalidados en Colombia.
“Cada día es más difícil conseguir empleo en Colombia y las oportunidades parecen más escasas porque nos rechazan ”, lamenta Camilo, que se encuentra dentro de ese 26,4 por ciento de la población migrante desempleada y de ese 53,6 por ciento que desde su llegada a Colombia se han sentido discriminados por ser venezolanos.
Estas estadísticas, como lo reconoce Juan Daniel Oviedo, director del Dane, contribuirán al diseño de políticas públicas más eficientes. La cabeza del Sistema Estadístico Nacional (SEN) elogió el instrumento de medición del Proyecto Migración Venezuela al considerar que se posiciona como “una línea de base muy fina y precisa” con la que se debe seguir trabajando para recolectar información de manera periódica que permita tomar mejores decisiones.
“Con la información se pueden articular y diseñar proyectos e intervenciones para que los migrantes tengan acceso al mercado laboral, a los servicios sociales y que Colombia aproveche los beneficios de la migración”, complementó Peter Janssen, coordinador del Grupo Interagencial de Flujos Migratorios Mixtos (GIFMM), la organización que reúne a las agencias y ONG internacionales que están trabajando en la atención a los migrantes venezolanos.
Las políticas están por verse. Entre tanto, Camilo ya piensa en la posibilidad de regresar a Venezuela, a pesar de que hace unos meses no contemplaba ese escenario. El hambre lo acecha de nuevo en el país donde dio por sentado que mejoraría su calidad de vida y su esperanza está en que las nuevas medidas del Gobierno nacional lo alejen de la alternativa que menos quiere: regresar a la escasez e inseguridad en el país del que huyó.
La Universidad Johns Hopkins y la Corporación Red Somos, con el apoyo del Ministerio de Salud de Colombia y Onusida, abordó la situación de salud de la población venezolana migrante en el país.