Colombia ha sido un país de migrantes, nunca un receptor. Hasta ahora. El alto flujo migratorio de Venezuela en los últimos años se ha convertido en un desafío de proporciones sistémicas, que solo será exitoso si somos conscientes de la importancia del reconocimiento empático, la generación de confianza y la humanización de las narrativas para crear nuevas soluciones de política pública y cultura ciudadana.
Según una encuesta del Proyecto Migración Venezuela, de SEMANA, para abril del 2020 el 81% de los colombianos tenía una opinión desfavorable frente a los migrantes que habían llegado. Además, el 54% no estaba de acuerdo con que el gobierno acogiera a los venezolanos, y el 58% de los colombianos estaba en desacuerdo con brindarle documentos legales para el trabajo. Todos estos datos en un momento en el que se esperaría que la solidaridad aflorara como valor colectivo de nuestra sociedad.
¿Qué hacer entonces? La FIP se ha dado a la tarea de entender cómo se configura la confianza en entornos complejos, donde las relaciones se basan, muchas veces, en prejuicios y estereotipos.
Por un lado, hemos evidenciado que las personas pueden llegar a confiar más en el otro si sienten que hay un manejo transparente de la información. En el caso de la migración, esto podría potenciarse a través de ejercicios que promuevan la humanización de los migrantes y sus relatos de vida, promoviendo el reconocimiento empático y concentrándose en fortalecer mensajes que evidencien este fenómeno como lo que es: una oportunidad.
Te puede interesar En un mes, más de 82.000 venezolanos han renovado el Permiso Especial de Permanencia
Poco se habla de que, por ejemplo, la migración puede producir crecimiento en el mercado laboral, al incrementar la oferta de mano de obra en sectores con pocos trabajadores. Ni tampoco que la migración, al traer mano de obra joven también puede contribuir a dinamizar el sistema pensional en un país que, como Colombia, viene envejeciendo.
Existen otras oportunidades para generar procesos de acercamiento. La FIP ha confirmado que las personas tienden a confiar más en alguien a quien sienten como igual; por eso, debemos aprovechar las enormes similitudes culturales que fortalezcan dichos lazos de confianza.
Otro de los factores está asociado a los espacios de interacción. En el caso de la migración, estos espacios son realmente limitados, por no decir inexistentes. No obstante, el diálogo permite conocer la realidad del otro, sus expectativas y posturas, y brinda la oportunidad de reflexionar en torno a los prejuicios propios.
Pero no hablamos de cualquier tipo de diálogo. Es algo que hemos denominado Diálogo para la Acción, en el que las conversaciones tienen como norte estratégico promover la concertación de acciones colectivas. Es casi emular la frase célebre de Nelson Mandela: “si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con él, entonces se vuelve tu compañero”.
Sin embargo, para que este diálogo sea exitoso, es necesario también fortalecer las habilidades socioemocionales de los involucrados. Muchos de los conflictos escalan por la ausencia de mecanismos, formación o herramientas que nos permitan tener una gestión adecuada de las emociones.
Finalmente, la migración no es un tema exclusivo de los migrantes, el Estado o las comunidades de acogida. Si bien son muchos más actores los que pueden tener incidencia en este proceso, queremos resaltar la oportunidad que la migración para el sector empresarial.
Y es que este sector puede incidir directamente al menos desde tres aspectos. El primero es quizás el más obvio: oportunidades económicas para generar ingresos en la formalidad, bien sea a través de empleo o emprendimientos.
El segundo aspecto tiene que ver con la posibilidad de usar los espacios empresariales como escenarios para prevenir la estigmatización y promover la confianza. Las personas pasan más tiempo en su lugar de trabajo que en cualquier otro espacio, lo que puede ser utilizado, a muy bajo costo, para generar espacios de acogida e inclusión.
Finalmente, las empresas y los líderes empresariales pueden comprometerse con su rol ético frente al fenómeno migratorio. Según el Barómetro de la Confianza de Edelman, para 2020, en Colombia, el 75% de los encuestados espera que el Presidente de su empresa opine sobre el tema de la migración. Esto habla del rol que pueden tener los empresarios y las expectativas que pone el mundo de hoy sobre ellos para que jalonen los grandes cambios que las sociedades demandan.
Colombia tendrá que convivir con la nueva realidad en torno a los migrantes, que tienen vocación de permanencia en el país. Darnos la oportunidad de confiar nos permitirá crecer como sociedad, contribuir con los procesos de transformación territorial, y nos llevará a nuevos horizontes en términos de crecimiento y calidad de vida. Pasar del “ellos y nosotros” al “juntos somos más”.
* Miguel Suárez y Daniel Medina son investigadores de la Fundación Ideas para la Paz (FIP).
Las opiniones de los columnistas en este espacio son responsabilidad estricta de sus autores y no representan necesariamente la posición editorial de PROYECTO MIGRACIÓN VENEZUELA.
Los derechos de la niñez migrante y refugiada han de ser una prioridad hoy y siempre.
Este trámite se hace presencialmente para el Registro Único de Migrantes Venezolanos (RUMV), que brinda la posibilidad de acceder al Permiso por Protección Temporal (PPT).