Gregory Antonetti hizo los arreglos de unas 22 canciones que San Remo, el festival italiano, popularizó. | Por: DIANA REY | SEMANA
Luego de la Segunda Guerra Mundial, muchos italianos salieron de su país, fracturado por el dolor y el hambre, y llegaron a Venezuela, una tierra prometida con recursos que parecían ilimitados. Poco a poco los europeos se integraron a la cultura y ahora, cuando los venezolanos salen con su talento y sus músicas a cuestas, llevan también los ritmos que sus antepasados migrantes alguna vez les enseñaron.
Por eso, porque antes de la globalización los colonizadores o los migrantes eran quienes conectaban a las culturas, los venezolanos saben que los ríos de personas que salen de su país llevan en sus profundidades el talento y la música de todo su pueblo.
Sanremo sin fronteras, un homenaje al festival-concurso homónimo de Italia creado en 1951, no empezó en 2015 para exportar la música venezolana. Más bien, era un evento donde grandes artistas venezolanos interpretaban las canciones italianas más queridas. Sin embargo, la crisis de Venezuela los obligó a ‘internacionalizarlo’.
«Organizar un concierto en el país es casi imposible. Planeas una entrevista y se va la luz, quieres compartir el evento y no hay internet, no puedes hacerlo en la noche porque la inseguridad es una amenaza constante para la gente, que prefiere quedarse en la casa»
Andy Perillo
Andy Perillo, Andrés Roig y Jesús Maza, los tres fundadores del evento, cancelaron la última presentación por los apagones de luz que dejaron a Venezuela —y a su escena cultural— en la oscuridad por varios días. Aunque esperan llenar los teatros más importantes del país de nuevo, como en las ocho ediciones anteriores, ahora necesitan darle vida en otro lugar.
Eligieron a Bogotá, una de las ciudades latinoamericanas que recibe más migrantes venezolanos. Lo más curioso —y lo más lindo— es que durante dos horas los cantantes van a interpretar música popular italiana; como un homenaje a los ancestros, como un acto de resistencia, como un bálsamo de alegría, como una forma de compartir el talento de su tierra y, sobre todo, como una señal de que la migración no sólo arrastra tristeza.
Los migrantes de Sanremo
Todas las personas son, de algún modo, por ellos o por sus antepasados, migrantes. Pero la migración de Venezuela en los últimos años tiene, además, una profunda crisis económica y política detrás. Los artistas de Sanremo, que estarán el 9, 10 y 11 de mayo en el Jorge Eliécer Gaitán, tienen en común la ilusión del futuro, la pasión por la música y el corazón repartido en más de un país.
Gregory Antonetti
Gregory, productor musical y director de orquesta, tiene raíces profundas en Caracas. Nació allí y se niega a partir. Curiosamente la música, lo que dirige su vida, evita que escape ahora de Venezuela.
«En este momento coinciden la crisis nacional con el cambio de paradigma de la industria musical. Ahora todos tienen la misma oportunidad de distribuir su música en plataformas diferentes, estén donde estén. Así, desde la producción, puedo apostarle a mi país»
© | Diana Rey .
Gregory también cree que de la crisis venezolana surgen oportunidades. “Por ejemplo, aunque la diáspora de millones de venezolanos sea difícil de aceptar, la gente que migró es un motor para ‘internacionalizar’ lo venezolano. Son embajadores de la marca país de Venezuela”.
Y la música, para él y para los otros artistas que estarán en Sanremo, es una de las mejores cosas que Venezuela tiene para exportar. “El Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles ha sido un aporte beneficioso para nosotros como sociedad musical. Tener 600 mil personas que estudian música no es cualquier cosa”.
El Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, fundado por José Antonio Abreu, funciona desde hace 43 años. Unos 40 países reprodujeron ese modelo. Y aunque no pocos aseguran que se desangra por la migración y la falta de recursos, grandes músicos se formaron allí. Los que dejaron el sistema y migraron llevan también, en su discurso y en su nostalgia, la capacidad musical de todos los venezolanos.
Tabatha Pérez
Tabatha es acupunturista y bolerista. Vive en Caracas y también está atravesada por la migración. Tantos conocidos se fueron que una de las canciones que interpretará en Sanremo, Che sarà, la conmueve profundamente siempre. Se trata de una composición italiana difundida en el periodo de posguerra que muchos migrantes sienten como propia.
“Con Ché sarà cuento lo que vive mi país. Aunque la gente se vaya no deja de pensar en Venezuela, vive con el corazón arrugado”. De hecho, aunque Tabatha está esta semana en Bogotá, aunque se siente completa parada en un escenario, dice que nunca olvida a Venezuela.
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Incluso ve su país como un espejismo en las calles bogotanas. “El centro de la ciudad es igualito al Bulevar de Sabana Grande en Caracas. Salimos todos ayer a caminar y bromeamos con que íbamos camino a casa”.
Ella dice que, pase lo que pase, permanecerá en Venezuela. “Yo no puedo estar lejos de mi Caracas y confío en que vamos a sacar a mi país adelante”. Sin embargo, viajar al extranjero de vez en cuando es un respiro, sobre todo si va a cantar; y aún más si es en italiano. “Estoy agradecida con la comunidad italo-venezolana porque me abrió las puertas. Presentar su música en otro país, traer lo italiano a Colombia es increíble”.
Mauro Stifano
Mauro canta desde pequeño y lleva la migración en la sangre. Sus padres italianos decidieron probar suerte en Venezuela luego de la segunda guerra mundial, y él y su hermano nacieron y crecieron ahí, con la idea constante de que Italia también era su hogar. Tal vez porque Venezuela es solo una parte de él, y porque su familia volvió a Europa en los noventa, a Mauro no le dolió salir del país.
«Yo me fui por la situación de Venezuela y por amor. Me iba a ir a Italia porque la situación de Venezuela es insostenible, pero conocí a una chilena y decidimos establecernos en su país»
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Tal vez lo más difícil de migrar fue dejar de dedicarse completamente a la música. En Venezuela Mauro cantaba en conciertos y reuniones. Dice que la gente es muy alegre y en esa época todos hacían fiestas. Él fue muchas veces el animador, el cantante y el show principal. En Chile también canta, pero tuvo que encontrar otras opciones para mantenerse, como animar karaokes o comercializar instrumentos musicales.
Sin embargo, él dice que no extraña nada de Venezuela. “Se supone que tienes que volver a los lugares donde amaste la vida, pero ese lugar ya no existe. Ojalá que algún día vea a mi ciudad como la conocí hace 50 años”.
José Ángel Hernández
Esta es la primera vez que José Ángel sale del país. “Lo que siento por Venezuela es extremo y nunca sentí la necesidad de irme. Pero poco a poco la situación se volvió más difícil y las puertas (y las fronteras) se cerraban más. Por eso vine a presentarme en Bogotá”.
José Ángel estaba seguro de que nunca viviría en otro lugar. Su futuro y su vida soñada, la de un cantante de ópera reconocido, estaban en Venezuela. Pero desde hace un par de años él siente que la supervivencia depende de trabajar en exceso y la ilusión del cantante de ópera parece cada vez más remota.
Estará en Venezuela durante un año y migrará hacia otro lugar. Su familia decidió lo mismo. Se cansaron de perseguir sus sueños en medio de la adversidad.
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La migración de los demás le da impulso, como si entre todos compartieran la culpa de salir del país amado, como si así fuera menos pesado. Además, cantar canciones emblemáticas italianas, en otro país y con otra energía, le dio a José Ángel aún más fuerza para salir. “Estoy encantado aquí. Viajar y salir abre los ojos, te quita las vendas. Y ya no quiero seguir estancado, eso no es vida”.
Deborah Emperatriz Briceño
La voz de Deborah Emperatriz tiene tanto carácter como su nombre y como su energía, de mujer fuerte e independiente. Pero hay algo que no la deja tranquila, que no la deja caminar tan fuerte como siempre. Aunque piensa emigrar de Venezuela, todavía no da el paso.
“Es una cuestión de apego. En Venezuela viví de la música, con el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles viajé mucho y, de hecho, me presenté en el Jorge Eliécer Gaitán”. También es cuestión de nostalgia.
Aunque viva con el dilema de irse o quedarse, Deborah dice que en Bogotá quiere transmitir un mensaje de unión. “Los músicos somos una patria independiente, los ritmos que interpretamos son un puente y nos encontramos todos en el mismo lugar, en la misma sintonía”.
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Wahari Meléndez
Para el pueblo indígena Yanomami, Wahari significa ‘viento que sopla desde la noche hasta el amanecer’. Los padres ‘hippies’ de Wahari eligieron su nombre como un augurio. Desde pequeño se sintió distinto, profundamente apasionado y comprometido con el arte.
“El arte es mi vida. es todo lo que hago y en todo lo que creo”. Esa brújula lo sacó de Venezuela hace poco más de un año, porque ya no podía vivir a punta de presentaciones y de componer canciones. Emigró con su pareja y su guitarra para viajar por el mundo, sin pensar mucho en lo que dejó atrás.
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Ahora está en Colombia, y en Cali y Medellín encontró un público receptivo, que celebra la figura del cantautor, ya difusa —según él— en Venezuela. Aunque siempre cuesta tomar la decisión de migrar, la libertad que siente Wahari, como viento que sopla y como artista consumado, lo ayuda a disfrutar de una vida nómada, de migrante, de ciudadano del mundo.
Pero la migración eterna, especialmente si se siente forzada, no tiene futuro. Por eso, cuando Wahari piensa en su vejez, no se imagina recorriendo el planeta; se imagina en Venezuela. “Allá veo mis últimos días”, asegura.
Andy Pirelli
Aunque lo considera constantemente, Andy, un músico italo-venezolano, no ha emigrado. En cambio, Sanremo, el concierto que produce y que le apasiona tanto, salió por primera vez de Venezuela. Como la mayoría de los migrantes, Sanremo salió por obligación. Porque, según Pirelli, la escena cultural se redujo, es cara y limitada.
En este primer concierto internacional, Andy sueña con que asistan muchos colombianos, que “seguro han escuchado las canciones que se interpretarán en Sanremo. Somos vecinos, compartimos la cultura y heredamos también, aunque no lo creamos, los ritmos italianos”, señala.
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Andy agrega que nada lo conmovería más que ver el Jorge Eliécer Gaitán con venezolanos que canten y tarareen, que recuerden la época en la que la música italiana sonaba por todo Venezuela.
Sanremo será nostálgico, pero llevará implícito el mensaje del reencuentro. Mientras un cuarteto interpreta Ché sara, por ejemplo, en la pantalla aparecerá una imagen que representa el exilio y la migración, así como la idea del regreso.
Katherine Coll
Katherine escribió sobre Venezuela, aunque compone canciones desde pequeña, hasta el año pasado. En unas cuatro horas terminó la letra de su primer sencillo Todo está bien, una salsa que critica la situación de su país y que fue censurada en algunos medios.
La situación de Katherine no es tan común. A ella le duele su país y le duele la partida de quienes ama, pero en Venezuela, a pesar de todo, cumple su sueño. Sigue ahí porque tiene la posibilidad de grabar con grandes productores y de empezar nuevos proyectos.
«Tengo que aprovechar las oportunidades aquí. A veces, las peores crisis dejan las mejores oportunidades»
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Katherine quiere ser una artista reconocida internacionalmente y para eso algún día tendrá que salir de Venezuela. Pero por ahora, viajes como este, a Colombia, son suficientes. “Siento que compartimos el talento venezolano con ustedes, nos llena mucho que conozcan otro pedazo de Venezuela”, asegura.
Laura Osorio
Laura no es venezolana, pero es una de las que más conoce la migración. Salió de Colombia, de Armenia, para estudiar jazz en Venezuela, cuando el país aún era un referente musical en el mundo, y tuvo que volver hace cuatro años.
Tuvo que volver; porque no quería, porque encontró su lugar en el mundo, su trabajo soñado, sus mejores amigos. Luego de 10 años en Caracas, Laura volvió sin acento paisa y sintió que era una migrante venezolana más. Allá dejó su hogar.
«Yo no salí por la oferta cultural. Todavía había muchos proyectos. Antes de irme estuve en Milán con el Coro de Venezuela y decía: ¿cómo voy a decirle que no a esto porque no consigo papel higiénico?»
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Al final, salió por su estado mental y el de su familia, que como la de cualquier otro migrante sueña con un reencuentro. Laura se integró más rápido que un migrante que no conoce a nadie en el país receptor. Sin embargo, todavía carga la nostalgia del migrante y el deseo de volver.
Ángel Faría
Ángel, hijo de un portugués y una italiana, produce todas las ayudas audiovisuales para Sanremo y, además, canta. Él nació en Venezuela pero pasó toda su adolescencia en Italia, donde creció su amor por la música latina. “La música italiana tiene todos esos sentimientos de amor, despecho y desarraigo que los venezolanos también queremos transmitir”.
Como los italianos también vivieron migraciones masivas, Ángel cree que su música contiene ese sentimiento.
«Hacemos esto para darle fuerza a los venezolanos que están acá. Queremos que sientan que, así como otros superaron la crisis, nosotros también podremos»
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Además de recoger lo que siente como migrante, el italiano es la razón por la que Ángel puede quedarse en Venezuela. Da clases de italiano y, aunque dice que todo está mucho más costoso ahora, en este momento vive bien.
“En Venezuela todos consideramos irnos de vez en cuando. Pero yo pienso: si nos vamos todos ¿cómo vamos a resolver esto? Uno necesita demasiada fuerza para abandonar un país, una vida. Yo ya lo hice cuando salí de Italia y no quiero pasar por eso otra vez”.
La Universidad Johns Hopkins y la Corporación Red Somos, con el apoyo del Ministerio de Salud de Colombia y Onusida, abordó la situación de salud de la población venezolana migrante en el país.