Tiene tanto de mito como de realidad decir que los venezolanos le quitan el trabajo a los colombianos, y que el fenómeno migratorio es la causa principal del aumento del desempleo, que cerró el 2019 con un 10,5 por ciento.
Así lo establece el Informe Panorama Laboral de los Venezolanos en Colombia, un documento producido por el Observatorio del Proyecto Migración Venezuela de SEMANA, con el apoyo del experto en mercado laboral Jairo Núñez.
La gran conclusión del informe sorprende: con migrantes o sin ellos, la tasa de desempleo hubiese subido. Son varias las aristas a analizar. La primera, la etapa más fuerte de la migración venezolana coincide con un período de desaceleración del crecimiento económico en Colombia por factores tanto internos como externos.
Otro argumento tiene que ver con lo expuesto por la Organización Internacional del Trabajo. Dicha organización aseguró que, aunque el desempleo en Colombia se ha comportado como en otros países de la región, es posible que se mantenga en cifras de dos dígitos en 2020. Esto se explica por el impacto del cambio tecnológico, la falta de innovación y los bajos niveles de capital humano, que no se relacionan con la migración.
Para el ex subdirector del DANE y analista económico Juan Carlos Guataquí, aunque el fenómeno migratorio no ha causado el desempleo, sí ha contribuido a agravar la problemática del mercado laboral colombiano. “El alto desempleo y la informalidad en Colombia se deben a problemas estructurales. El desempleo se debe a la problemática de la demanda de trabajo: un crecimiento económico cuya elasticidad y empleo del PIB parece haber cambiado, y a la persistencia de ciertos costos laborales. El PIB crece, pero ya no implica un crecimiento semejante en el empleo”, enfatiza.
El analista económico explica el aumento del desempleo así: “Es claro que la migración agrava, vía presiones de oferta (más gente en el mercado de trabajo), y la situación ya está complicada en el mercado laboral colombiano. El mayor porcentaje de migrantes que recibimos de Venezuela no son (a diferencia de los que han migrado a Chile o a Argentina, por ejemplo) altamente calificados o con estudios profesionales, y esto implica más personas con estudios secundarios completos o incompletos. Esto ya lo demostró un estudio que hicimos en el 2017 y en el análisis más reciente de la GEIH-Dane”.
Sobre este punto hay una cifra del informe del Observatorio del Proyecto Migración Venezuela que coincide con el análisis del economista Guataquí: la tasa de desempleo de los venezolanos en el país (15,3 por ciento) supera la de los colombianos (10,3 por ciento).
« De la totalidad de migrantes ocupados, el 89,6 por ciento trabaja en la informalidad, mientras que en la misma medición la tasa de los colombianos se ubicaba en 60 por ciento. Ese es un fenómeno usual en países receptores de migrantes por motivos económicos».
Informe Panorama Laboral de los venezolanos en Colombia
En ese sentido, en la mayoría de los casos ‘el rebusque’ no supone desplazar un puesto de trabajo, sino crear uno nuevo por cuenta propia. En las calles se ve el caso típico de la venta de dulces, bolsas de basura u otras actividades que usualmente se desarrollan migrantes en el espacio o transporte público.
Como puntualiza el informe, el Gobierno tiene el desafío enorme de incluir estas personas en la economía formal, y ya empezó a caminar en esa dirección. A finales de enero convocó a los más de 900.000 ciudadanos venezolanos que permanecen en Colombia de modo irregular para que obtengan el Permiso Especial de Permanencia (PEP) o el nuevo Permiso Especial de Permanencia para el fomento de la Formalización (PEPFF). Este último con el fin de que puedan trabajar legalmente.
Precisamente, la falta de documentación, que ayude a los migrantes a formalizarse y a contribuir con el sistema de seguridad social o con el pago de impuestos, ha representado una barrera para generar crecimiento económico y aprovechar un fenómeno que, según se estima, alcance los 2 millones 400 mil migrantes a finales de 2020.
Aún así, los empresarios en Colombia han contribuido con el tema de la integración. De una muestra de 1.232 compañías en 20 ciudades y de 24 sectores de la economía, 550 contrataron personal venezolano en los últimos seis meses, según la más reciente investigación de salarios y beneficios de la Federación Colombiana de Gestión Humana.“El 52 por ciento de los migrantes empleados legalmente tiene contrato a término fijo. El promedio salarial de los venezolanos en el país equivale al de los colombianos, y el 53 por ciento de la masa laboral, entre colombianos y venezolanos, son mujeres”, refiere el mismo estudio.
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Algunos empleadores se aprovechan de la vulnerabilidad de esta población migrante para ofrecerle remuneraciones más bajas y extensas jornadas de trabajo. Esto lo vive en carne propia el venezolano Jorge Pérez, de 43 años, quien llegó a la capital colombiana hace dos y actualmente pega suelas en un satélite de calzado cumpliendo un horario de 7:30 de la mañana a 7:00 de la noche, seis días a la semana sin un sueldo fijo. Por cada par de zapatos pegados le pagan 700 pesos; que en una semana de mala producción suponen tan solo 140 mil pesos. En una buena, poco más de 220 mil pesos.
Jorge sabe que el pago es poco y que las jornadas de trabajo son excesivas. Sin embargo, No le queda otra opción que aceptar porque solo así puede ayudar - así sea de modo escaso- a su hija y a su esposa, que viven en Venezuela.
Keila González es una manicurista venezolana con más de 15 años de experiencia. @MILAGROS PALOMARES
Talento en oficios
Keila González esculpe uñas postizas acrílicas a la perfección, las decora, dibuja mandalas, y hace una manicura rápidamente. Esas destrezas le otorgaron una ventaja cuando llegó a buscar empleo en el sur de Bogotá.
Apenas atendió a la primera clienta, la dueña del spa de uñas la contrató de inmediato. Ella completó el equipo de cuatro manicuristas migrantes que atrae clientela al local. “Es que las manicuristas venezolanas son unas tesas, de verdad que son muy pulidas haciendo sistemas de uñas acrílicas”, le dicen a Keila sus clientas bogotanas, que le piden citas programadas de lunes a sábado.
La disciplina y la habilidad en este oficio le ha garantizado ingresos constantes a esta venezolana que salió en julio de 2017 de la ciudad de Maracaibo. Lo hizo porque su hija menor, de 6 años, convulsionó y no pudo conseguir los medicamentos del tratamiento. Actualmente Keila está establecida en Soacha. Cubre todos sus gastos gracias a clientela que ha conseguido con su talento.
La Universidad Johns Hopkins y la Corporación Red Somos, con el apoyo del Ministerio de Salud de Colombia y Onusida, abordó la situación de salud de la población venezolana migrante en el país.