Fundatransvida concentra gran aprte de sus esfuerzos en atender a las personas venezolanas en Cali y Valle del Cauca | Por: CORTESÍA FUNDATRANSVIDA
Cuando la vida le dio tantos golpes que no podía resistir uno más, Édgar Antunez decidió que no se dejaría apalear de nuevo; entonces encontró un nuevo propósito para su existencia, a más de 1500 kilómetros de su amada Venezuela.
Si a los escritores modernos les diera por volver a relatar epopeyas, seguramente este gordito bonachón será protagonista de una de ellas. Y es que la historia de alguien que llega a una ciudad extraña, literalmente con una mano adelante y otra atrás, atraparía a cualquier lector.
Pero él prefiere el anonimato porque escogió los abrazos como la forma de hacerse célebre; cuando salió de la terminal de transportes de Cali, Édgar supo que su instinto de supervivencia tendría que ser más grande que el miedo. Y a fe que lo logró.
Lo primero que hizo fue compartir con otros migrantes el pan que también escaseaba en su mesa, y tocando puertas le pararon bolas en un hospital público en donde colaboró para organizar jornada en salud para sus paisanos.
Esa fue la cuota inicial de ese sueño hecho realidad que se llama Fundatransvida, el hogar de la empatía en una región de Colombia donde los migrantes enfrentan desafíos más complejos y a donde llegan con las últimas fuerzas y los últimos pesos, cuando van rumbo a otros países de Suramérica.
Pero Édgar y su equipo no tienen miramientos para asistirlos con el mismo amor con el que ayudan a las personas venezolanas que ya echaron raíces en esa Cali que les recuerda tanto ciudades como Maracaibo y La Guaira.
Desde asesorías para regularización hasta ayudas nutricionales para los niños y niñas más vulnerables, pasando por orientación en planificación familiar. Todo aquellos que signifique tender una mano amiga es la meta de una organización que llamó la atención de la cooperación internacional.
Con esa ayuda a bordo, mejoraron sus procesos y potenciaron sus capacidades, optimizando el esfuerzo y lograron llegar a más beneficiarios de una forma que jamás soñaron, y que crece día tras día.
Ese espíritu indomable de Édgar tocó el corazón de decenas de beneficiarios que comenzaron a ofrecerse para replicar esa sobredosis de amor por sus hermanos; así, comenzaron a vincularse a las jornadas en las que, por ejemplo, les ayudan a conocer las ventajas del PPT y cómo tramitarlo.
Hoy, cuando recuerda ese día aciago en que llegó a Cali, Édgar sonríe porque sabe que fue un momento sublime que inspiró a otros para convertirse en los ángeles de la guarda de quienes, como ellos, enfrentaron la tristeza infinita de vivir lejos de la tierra que aman.
La Universidad Johns Hopkins y la Corporación Red Somos, con el apoyo del Ministerio de Salud de Colombia y Onusida, abordó la situación de salud de la población venezolana migrante en el país.