La familia tuvo que velar a Kleiber en La Guajira, pues no pudieron hacerlo en otro lugar. | Por: CORTESÍA SEMANA
La imagen es triste, doña Ana está sentada en una silla rimax cerca al ataúd, apoyando la cabeza en su brazo derecho y con la mirada perdida. En el ataúd de madera, remendado con cartón yace el cuerpo de Kleiber. En la superficie del cajón hay tres ramitas de coral rojo y dos velas sobre platos de loza lo alumbran. También hay una foto de Kleiber pegada con cinta aislante.
Tres o cuatro disparos cegaron la vida de Kleiber Harrison dos días antes, no se sabe aún con exactitud cuántos fueron ni la razón por la que lo atacaron la noche del miércoles 10 de octubre. El crimen sucedió en el sector de la calle 10 con calle 18, justo al lado del Mercado de Maicao en La Guajira. Eran las 8 de la noche.
Kleiber, oriundo de Venezuela, tenía 21 años y llevaba más de un año viviendo en esta ciudad fronteriza. Este joven pagaba 12.000 pesos de arriendo diario, en una pensión con más de 40 habitaciones y un solo baño, que compartían entre migrantes y colombianos retornados que llegaban a esta zona.
Uno de sus vecinos narró a los familiares del joven asesinado lo que sucedió. El hombre contó que Kleiber ya estaba acostado cuando recibió una llamada, se levantó y le dijo a un amigo que ya volvía porque iba a encontrarse con una mujer en las mesas de la esquina del mercado. No pasó mucho tiempo entre su salida de la habitación y el sonido de los disparos, afirmó el vecino.
“Al conocer la identidad de la persona fallecida, los vecinos y compañeros del mercado se quedaron sorprendidos”, dijo Sandra Muñoz presidenta de la junta de acción comunal del barrio Erika Beatriz, quien era cercana de 'maracucho' como conocían popularmente al joven asesinado. Sandra agregó que Kleiber trabajaba informalmente, que era un joven juicioso, sin vicios y "camellador". “Cuando no vendía papas, vendía papayas, naranjas, lo que fuera, pero siempre estaba vendiendo algo en su carreta”, añadió.
La familia de Kleiber, que reside en el estado Falcón en Venezuela, solo se enteró de la muerte hasta el otro día cuando unos amigos del joven los llamaron para darles la noticia.
“Cuando nos avisaron nosotros no teníamos dinero para viajar. Para lograrlo mi esposo le quitó unas ventanas a la casa y las vendió, de esta manera logramos comprar el pasaje hacia Colombia”, dice Ana maría Leonice Chirrio, madre de Kleiber.
Ana y su esposo tuvieron que viajar durante casi doce horas para llegar hasta la Guajira. Salieron desde Falcón a las 4 de la madrugada y llegaron a Maicao pasadas las 3 de la tarde del jueves. Tras su llegada, el cuerpo de Kleiber permanecía en la morgue y allí estuvo hasta el sábado 14. Trasladarlo a la funeraria tiene un costo, por eso solo pudieron llevarlo hasta que sus amigos, conocidos y compañeros del mercado recolectaron el dinero suficiente para pagar los servicios.
“En la alcaldía nos ayudaron con una urna de madera con cartón. Cuando lo estábamos enterrando eso se estaba desbaratando y a mi hijo se le metió hasta pantano adentro”, contó la madre.
El sábado por la noche y luego de mucho rogar para obtener un descuento, doña Ana y su esposo recibieron el cuerpo de Kleiber en medio de un aguacero. Sus amigos sugirieron llevarlo hasta la residencia donde vivía, porque no había otro sitio a dónde ir para velarlo. Sin embargo, esto no fue posible, la dueña del lugar había dado la orden de no dejar entrar el cuerpo. Además, advirtió que si lo ingresaban entonces todos quedarían por fuera de esa vivienda, aseguraron Sandra Muñoz y la madre del joven.
En medio de un fuerte aguacero y con el ataúd en la calle los padres del joven no sabían qué hacer. Fue entonces cuando el dueño de un local de venta de pollos le dijo a doña Ana que podía subirlo a su andén. Las cajas donde este joven vendía las papas sirvieron de soporte para los cirios, simulando así una sala de velación.
El drama para esta madre venezolana no terminó la noche en la que veló a su hijo sobre un andén. El domingo siguió el calvario, no había sitio en el cementerio para un migrante como Kleiber, sin embargo, después de muchos ruegos, consiguieron que el sepulturero del cementerio árabe de Maicao les abriera espacio en un cuadrito de tierra donde ya habían dos personas enterradas, narró la madre.
Hacia las diez de la mañana la lluvia no cesaba y los padres de Kleiber junto a unos amigos tuvieron que cavar la fosa. "No fue fácil -narra doña Ana-. El hueco se llenó de agua y pantano y cuando metimos el cajón flotaba por el agua y la sanguaza. Yo vi cuando se le entró agua porque el ataúd se estaba dañando”, añadió.
Sandra Muñoz, presidenta de la junta de acción comunal del barrio Erika Beatriz, habló con SEMANA y afirmó que de la muerte de 'Maracucho' poco se sabe. Solo que él dijo que "iba a verse con una hembra” y poco después resultó muerto. Según unos testigos, efectivamente se encontró con una joven quien también sería de nacionalidad venezolana.
“Los amigos dicen que él se sentó a hablar con ella y que de repente le dijo que iba por un cigarrillo. En cuanto la joven se fue, se le acercó un hombre vestido de blanco con una gorra negra y le pegó cuatro o cinco tiros”, aseguró Sandra porque vio las cámaras de seguridad de un negocio de abarrotes que había cerca.
Nadie sabe ni recuerda nada de la mujer con la que estuvo el joven esa noche. La mamá de Kleiber sí sabía de una novia, pero al parecer era otra joven que días antes había viajado con sus padres a Riohacha por temas de trabajo. Dos días después de la muerte de su hijo “la muchacha me llamó muy triste, llorando, por la muerte de mi hijo. Cuando yo estaba en Venezuela ella me llamaba de vez en cuando a saludarme”, agregó doña Ana.
Después de enterrar a su hijo en Colombia, la preocupación de los padres de Kleiber es regresar a Venezuela, ya han pasado ocho días desde que llegaron a la Guajira y tres desde que enterraron a su hijo. Hasta ahora no han podido recolectar los pasajes para devolverse.
En su país los esperan la madre de doña Ana de ochenta años y cuatro hijos más, entre esos un niño de 5 años con síndrome de Down a quien debe cuidar de manera especial. Por ahora, estos venezolanos siguen durmiendo en la que era la habitación de su hijo, están comiendo gracias a la caridad de los amigos de Kleiber y de uno u otro trabajo que logran hacer de manera informal, mientras pueden devolverse a tratar de seguir con sus vidas en Venezuela.
Hasta el momento no se conoce ningún reporte oficial de la Policía sobre este hecho y los padres de Kleiber afirmaron no haber tenido ningún contacto con las autoridades.
Artículo publicado en www.semana.com
La Universidad Johns Hopkins y la Corporación Red Somos, con el apoyo del Ministerio de Salud de Colombia y Onusida, abordó la situación de salud de la población venezolana migrante en el país.