El Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos reconoce la identidad de género de las personas trans en situación de movilidad humana | Por: MARIO LÓPEZ CENTENO
Aunque la bandera de Colombia tiene tres colores, Matteo David —quien decidió llamarse así hace 2 años— dice que tiene seis. Al tricolor nacional le suma otros tonos, los insignia de la comunidad LGBT. “Colombia me acepta como soy”, dice sonriente.
Su felicidad tiene que ver con el nuevo Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos (ETPV), que empezó a implementarse en el país y que lo reconoce, por primera vez en su vida y mediante escritura pública, con el nombre con el que realmente se siente identificado: Matteo David Bullones Rojas.
La noticia lo pone muy feliz, los recuerdos de su corta historia en Colombia, no. Sentado en un sillón mullido en una habitación de alquiler en Maicao (La Guajira), en donde vive solo, Matteo habla de varias agresiones por su condición sexual. “Una vez pensé que me iban a matar”, recuerda cambiando la alegría por el terror.
“Iba por la calle, cogido de la mano con mi compañera sentimental. Recuerdo que llevaba una camiseta de la comunidad (LGBT). De pronto, un hombre desconocido se acercó y me empezó a insultar. Me quería obligar a que le soltara la mano a mi novia. Seguimos caminando, sin hacerle caso”, relata.
Lo que siguió fue la ira del agresor, quien lo alcanzó y lo cogió a golpes. “Me pegaba en la cara y me gritaba que le daba asco”, agrega. “Mientras tanto, mi novia solo atinaba a grabar con su celular hasta que llegó la Policía”, relata este joven migrante de 20 años, quien nació en Barquisimeto, en el estado Lara, en Venezuela. Llegó a Colombia, como la mayoría de migrantes, escapando del hambre y de la escasez.
Foto de: Mario López Centeno
Dice que siempre es lo mismo. Cuando su apariencia no revela su condición transgénero, sí lo hace su documento. “Ruego que no me lo pidan. El riesgo de violencia se aumenta cuando me toca mostrarlo. Aunque yo me presento como hombre, ahí dice que soy mujer”. En efecto, en Venezuela, Matteo nunca fue reconocido legalmente como hombre, por lo que en su pasaporte aparece un nombre femenino.
Según un informe de la ONG Caribe Afirmativo, de enero a noviembre de 2020 ocurrieron en Colombia al menos medio centenar de casos de violencia a personas migrantes y refugiadas venezolanas LGBT. Este informe da cuenta de agresiones, golpes, violaciones e incluso asesinatos, una situación que, según Wilson Castañeda, director de esa organización, puede ser contrarrestada en cierta medida con el Estatuto.
“La población migrante transgénero se enfrenta básicamente a tres obstáculos: el primero es la doble discriminación, por nacionalidad y por orientación sexual. El segundo, el alto porcentaje de personas LGBT que padecen VIH y no consiguen acceder al sistema de salud en Colombia. Y el tercero, en el que el Estatuto juega un papel fundamental, tiene que ver con la regularización”, dice. En efecto, hasta antes del Estatuto, los hombres y mujeres transgénero que querían acceder al Permiso Especial de Permanencia (PEP) —que ya no se expedirá más— debían demostrar su condición con el pasaporte, que en Venezuela tiene que coincidir con la condición sexual de nacimiento y no necesariamente con la identidad de género.
“Venezuela no tiene una ley de identidad de género, no cuenta con mecanismos de protección a la población LGBT, principalmente trans. Lo del Estatuto es de suma importancia, es histórico y de total reconocimiento”, asegura Luis Meneses, presidente de Fuvadis, una organización civil que atiende a la población migrante venezolana y colombiana retornada.
“Esa ha sido mi lucha de toda la vida. Yo siempre he sabido que no soy mujer. En Venezuela se lo ocultaba a mi familia y se lo ocultaba a la sociedad. Dentro de la crianza y dentro de las creencias de mis padres, eso no está bien”, relata Matteo. Y aunque en Colombia se acostumbró a las amenazas, sobre todo de forma anónima por redes sociales, está seguro de que los tiempos en que debía esconder su identidad ya están empezando a pasar.
El trámite
El proceso que debe seguir un migrante para cambiar su nombre y género se parece mucho al que debe hacer cualquier ciudadano colombiano con la misma intención. Lo primero es una declaración juramentada. Lo otro es adjuntar copia de la cédula y del registro civil. En el caso de los migrantes venezolanos, el pasaporte. Así, en la notaría única de Maicao, con su puño y letra, Matteo manifestó su deseo de ser reconocido como hombre y firmó lo que él considera su acta de nacimiento. “Cuando hice el trámite, les dije a mis compañeros: 'les informo que hoy nació Matteo'... es un logro personal demasiado grande”.
Lo que sigue ahora es la inscripción en el Registro Único de Migrantes Venezolanos (RUMV). Al cierre de esta edición, y a pesar de que el procedimiento ya está habilitado, Matteo no había podido completarlo debido al gran número de migrantes queriendo acceder a la página web de Migración Colombia. No obstante, no duerme pensando en el momento en el que logre culminar su registro.
Y así, mientras vive de vender postres, flanes y tortas, tal y como lo hacía en Venezuela, este joven larense sueña con ser abogado, algo que ya empezó a ocurrir gracias a una beca que le otorgó la Universidad de La Guajira, por medio del programa Casas de Paz de Caribe Afirmativo. Ahí se encuentra haciendo un pre-universitario en Derecho. Anhela ver su nuevo nombre en un diploma de graduación y empezar el tratamiento de reemplazo hormonal. “Para mí esto significa un cambio grandísimo y lo único que siento es una alegría y una felicidad que son imposibles de explicar. De solo pensarlo me emociono”, asegura.
Los beneficios que le traerá su nueva identidad no solo tienen que ver con su género. “Podré acceder a un trabajo como Matteo, ponerlo así en mi hoja de vida es lo que más me pone feliz. Por fin voy a poder mostrarme cómo soy realmente. También podré tener una cuenta bancaria y lo mejor es que podré presentar un documento que respalde quién soy verdaderamente”. Por ahora, volver a Venezuela no está contemplado. Hacerlo sería como morir, dice. “En Colombia iniciaré una nueva vida como Matteo Rojas. Volver a Venezuela es retroceder y perder todo lo que aquí he logrado”.
La Universidad Johns Hopkins y la Corporación Red Somos, con el apoyo del Ministerio de Salud de Colombia y Onusida, abordó la situación de salud de la población venezolana migrante en el país.