Según cifras del Ministerio de Salud, de las 147.000 personas que padecen VIH en Colombia, 1.400 son venezolanas. | Por: GETTY IMAGES.
Hace dos años, Emerson Hernández cruzó la frontera porque su sueldo como enfermero no le alcanzaba ni para comprar una cubeta de huevos. Empacó su equipo de peluquería -un oficio que también sabía hacer-, algunas prendas y emprendió su camino de dos días hasta Cúcuta, por la trocha La Parada, en Norte de Santander. Allí empezó su odisea hasta Bogotá. Lo robaron dos veces, una los trocheros y otra el ELN. El único billete que le quedó, resultó falso. Y para completar, cuando logró llegar a la capital, descubrió que tenía VIH.
No obstante las malas noticias, Emerson decidió que no quería quedarse con esa historia, cargada de tristezas. Decidió convertirse en activista, para ayudar a quienes están en su misma situación y padecen enfermedades de transmisión sexual (ETS), un asunto que supone un reto para el gobierno colombiano. Según cifras del Ministerio de Salud, de las 147.000 personas que padecen VIH, 1.400 son venezolanas. Algunas llegaron en busca de medicamentos y otras, como Emerson, se enteran del contagio al radicarse en el país.
Emerson, de 25 años y nacido en Caracas, logró llegar a la capital de la República por la ayuda de un hombre que en la trocha le prestó 90 mil pesos para el pasaje desde Cúcuta. El trato era llegar y contactarlo. Emerson intentó llamarlo y buscarlo en la dirección que le había dejado, pero nunca obtuvo respuesta. En vez de eso, conoció a Miriam, una venezolana de 50 años que se convertiría en su ángel guardián. “Yo estaba desesperado. No tenía dinero ni familia, así que me senté a llorar en un parque. Allí una señora se me acercó, le conté mi historia y ella me ofreció asilo en su casa”, contó Emerson.
La mujer, que en su casa hospedaba a 14 migrantes más, le regaló un termo para vender tintos. Así, de vaso en vaso, ahorró mientras buscaba más ofertas de empleo. De tanto buscar encontró un puesto como mesero. Pasó de las calles a trabajar 12 horas diarias en un restaurante. Cuando ahorró suficiente se independizó y con dos amigos -con los que recientemente se había contactado por redes sociales y conocía hace 14 años en Caracas- se mudó.
Mientras trabajó, Emerson empezó su proceso de regularización con Cancillería. En Venezuela había esperado durante dos años un pasaporte que nunca salió, “es más fácil morir que solicitar un pasaporte”, contó entre risas. Como él, 489.619 personas han llegado a Colombia en situación irregular, según datos de Migración Colombia.
Emerson y sus compañeros -que eran esposos y tenían un hijo-, fueron a vivir a la Sevillana, en el sur de Bogotá. Allí, en busca de ofertas laborales, recibieron la de Nielsen, una empresa norteamericana que mide y analiza datos. Ahí ofrecían 50 mil pesos a cada persona que asistiera a una capacitación y se hiciera la prueba de VIH. Por el dinero, Hernández lo hizo e invitó a sus colegas a participar.
Él es Emerson Hernández, uno de los 8.000 migrantes que desde 2006 ha salido de Venezuela en busca de medicina y tratamiento. © Jhonatan Sarmiento.
Sus amigos salieron primero. A Emerson le pidieron que se quedara un tiempo más para un cuestionario. Le preguntaron desde cuál era su EPS hasta su más reciente molestia de salud. Luego lo pasaron con una psicóloga, quien le dio la noticia de que su prueba había salido positiva.
En busca de comprobar su diagnóstico, Hernández llegó a LigaSida. Allí le confirmaron la enfermedad y le brindaron apoyo psicológico y atención médica. “Las personas con VIH llegan con una necesidad especial. Por eso, más allá del asistencialismo se busca empleabilidad y regularidad migratoria para que hagan parte del sistema colombiano”, dijo Francisco Javier Rigual, asesor jurídico en violación derechos humanos de Red Somos.
La demora en el diagnóstico de Emerson llamó la atención de sus compañeros, quienes al descubrir que padecía el virus decidieron echarlo de casa por miedo a contagiarse. “Una persona que vive con VIH requiere solidaridad. La gente cree que se va a morir y que es infecciosa. Pero no, la ciencia demuestra que es posible vivir con VIH, suprimir el virus con tratamiento y tener hijos”, siguió Javier.
Emerson Hernández no es un migrante común. A sus 24 años, con VIH, es un activista que lucha porque los migrantes que llegaron como él ,en busca de mejores oportunidades, puedan ser regulares en Colombia. ©Jonathan Sarmiento.
Por su parte, Jhon Ramírez, doctor en salud sexual y reproductiva de Red Somos, cree que el panorama no es muy alentador.“El Estado no ha dimensionado el riesgo del VIH. No es por miedo a morir, es por salud pública. Una persona con tratamiento, que sea indetectable, no transmite virus”, dijo. En dos años recientes, 406 personas han muerto por esta enfermedad en el país.
En ese sentido, y según la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), cada persona con esa enfermedad tiene derecho a no ser discriminado y a la reserva y privacidad sobre su estado de salud. Además, el Estado debe garantizar su asilo, protección y el acceso a los tratamientos antirretrovirales.
Hace 10 años, una persona con el virus de la inmunodeficiencia humana en Venezuela iba a una institución gubernamental, accedía al test, le suministraban medicamento y tenía seguimiento. Hoy, la crisis venezolana ocasionó que los fármacos antirretrovirales, usados para frenar el VIH, se extinguieran y que miles de personas salieran en su busca. “Muchas de las infecciones de transmisión sexual son adquiridas por los migrantes cuando deciden irse de su país, en el tránsito, porque son víctimas de trata de personas, de violencia económica. Falta empatía cuando se habla de los migrantes”, dijo Juan Carlos Rivilla, director de investigaciones de Profamilia.
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En Colombia el sistema de salud es precario. La llegada de 1,8 millones de migrantes demostró el déficit en atención y alcance que tiene. Emerson cuenta que para acceder al sistema de salud como venezolano tuvo varias vías. La primera, por régimen contributivo, en la cual se paga una mensualidad y él, al igual que otros migrantes con la enfermedad, cuentan con un programa diseñado para portadores de VIH. Sin embargo este acceso es muy limitado porque los migrantes suelen no tener recursos.
Otra de las formas de acceso tiene que ver con los hospitales públicos. En Bogotá, sólo tres centros de salud cubren enfermedades de alto impacto: Santa Clara, Kennedy y Simón Bolívar. El ingreso lo da el estado del paciente. Si este ya sabe el diagnóstico, ingresa por el plan de trabajadores sociales. Si no, por urgencias.
«El programa pertenece al fondo financiero distrital y ellos se encargan de cubrirlo durante seis meses, tiempo que les dan a los migrantes venezolanos para que una vez radicados puedan establecerse, conseguir empleo y financiar sus propios medicamentos».
Emerson Hernández, activista venezolano con VIH
El Observatorio del Proyecto Migración Venezuela, en su informe sobre Salud, encontró que la segunda causa de hospitalización de migrantes en Colombia estuvo relacionada con enfermedades infecciosas por VIH/SIDA con 6,1 por ciento. La región con mayor frecuencia de esta patología fue Bogotá, con el 27 por ciento.
Informe de Salud, Observatorio Proyecto Migración Venezuela.
Uno de los principales ataques contra los migrantes que padecen el virus tiene que ver con la reproducción masiva de la enfermedad. Ante ello, Francisco explica qué "asumir que los venezolanos son los causantes del VIH es asumir que el virus no existía en Colombia antes del éxodo. Es un estigma más, como los del venezolano quitando empleos, dañando familias y robando oportunidades”, concluyó.
Para Emerson, esta es otra prueba de vida. Desde que salió de Venezuela ha enfrentado varias. Al ser diagnosticado, buscó ayuda en la fundación Red Somos. Entró como voluntario y con el paso del tiempo se convirtió en activista. Actualmente, dicta talleres sobre educación sexual, migración, pasos y procesos para obtener la regularidad en Colombia y concientiza sobre salud sexual y reproductiva.
Hernández quería incidir en Colombia. No quería ser sólo un paciente más, por eso trabaja cada día, para mostrar que quienes migran vienen por oportunidades y no para esparcir virus. Sobre todo para educar en que, como él, cualquiera está en riesgo de sufrir VIH.
La Universidad Johns Hopkins y la Corporación Red Somos, con el apoyo del Ministerio de Salud de Colombia y Onusida, abordó la situación de salud de la población venezolana migrante en el país.